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ORELLANA LA VIEJA: Soy hija de Celestino que se menciona en el texto,...

A BELLOTAS. I

- “ Prepárate, hermano, que esta noche nos vamos a bellotas”- Le comenta Luis, que es el mayor, a Teo. “ Y vendrá con nosotros Celestino el de la tía Julia de Foro”..
Terminan los años cuarenta y comienza la década de los cincuenta. No está muy lejos la terminación de la Guerra Civil y persisten los años de hambruna que padeció nuestro país debido al aislamiento a que fue sometido por parte del mundo occidental, los años tan lluviosos que venían, la gran represión de la Dictadura, pues muchos cabezas de familia permanecieron encarcelados varios años, y al mal endémico de la repartición de la tierra que se agrava especialmente en Extremadura tierra latifundista por excelencia.
En Orellana, por aquellos tiempos, hay una gran explosión demográfica por los que las familias numerosas son muy abundantes y jornales se dan muy pocos. Aún no han venido las empresas (Coviles, Agromán, Excavital.).. que construirían las infraestructuras viarias, las casas de la Confederación, el pantano y la red de canales y que definitivamente acabarían con el hambre en nuestro pueblo.
Por otra parte el pequeño término municipal que tenemos estaba y está rodeados de dehesas donde abundan las encinas como “Los Bonales”, “El Valle la Jara”, “La Jarilla”, “El Chaparral”,”El Carrascalejo” y alguna otra más. La bellota, fruto de la encina, constituye como todos sabemos un cebo extraordinario para los cerdos y era muy corriente que en muchas casa se engordaran uno o dos para la matanza que, sin lugar a dudas, aseguraba una parte muy importante del sustento anual de las familias.
En estas circunstancias los belloteros como nuestros tres jóvenes protagonistas, es decir, aquellos que aprovechando las noches claras de otoño, en las que la luna llena iluminaba los campos, e incluso de día, iban a las fincas cercanas a robar bellotas, abundaban en nuestro pueblo. Pero no iban normalmente para engordar sus guarros; iban para venderlas y así sacar para un cacho de pan que llevarse a la boca ellos y sus familias.
Claro que estas aventuras no estaban exentas, ni mucho menos, de grandes riesgos. Los dueños de las fincas, conocedores de lo golosas que eran las bellotas, tenían sus guardas y la Guardia Civil vigilaba los campos a todas horas en aquellos tiempos donde el contrabando de trigo y aceite estaba a la orden del día. Y cuando los pillaban, que eran muchas veces, los obligaban a llevar las bellotas a la casa de la finca, les requisaban las sogas y los costales y si no obedecían, porque el hambre se revela con frecuencia contra el poder y el orden establecidos, más de uno se llevaba una buena “sumanta “ de palos.
Aquella noche no había luna. Al contrario, estaba más oscura que boca de lobo. Lógicamente tenían más dificultades para cogerlas pero también disponían de más ventajas para no ser descubiertos. Al anochecer cogieron el burrillo y hablando muy despacio, pues ya sabemos que de noche se oye todo desde muy lejos, los tres se dirigieron a la finca “El Barrilo” más allá del “Pasarón”. Para averiguar si una encina tenía bellotas tiraban unas cuantas de piedras y si se desprendían algunas tenía obviamente la certeza que estaba cargada de fruto. Así lo hicieron en varios árboles sin éxito. Pero al final dieron con una muy grande que no había sido cogida. Con agilidad felina dos de ellos se encaramaron arriba y andando con mucho cuidado iban moviendo las ramas para caer las bellotas. Mientras, el de abajo y a tientas, cogía el rico botín que iba echando en un morral.. Llenaron dos costales, los cincharon en el burro y con gran sigilo emprendieron el regreso al pueblo. A pesar de estar oscuro, los ojos se adaptan y las mismas estrellas parecen que iluminan el campo. Y gracias a esto fue cómo uno de ellos, adivinó más que vio, la luz de un cigarro y dos figuras en la loma de un pequeño cerro cuando venían por “El Bonal”, el de “El Pianista”. Sin duda era la Guardia Civil. La adrenalina de sus jóvenes cuerpos subiría a límites insospechados y, después de estar un buen rato en silencio absoluto, decidieron dar un gran rodeó por la “Albuera”, en lugar de coger el camino más corto por “La Mojea” para volver a Orellana porque este era más peligroso.
Entraron en el pueblo de madrugada por “Los Pociques” y al llegar a la calle Real, donde estaban los antiguos talleres del “El Campanario”, iban tan contentos porque ya faltaba poco para llegar a casa con su preciada carga y el éxito de la aventura estaba ya muy cercano, cuando vieron dos bultos en la escasamente iluminada calle. –“Serán mujeres que vienen de por agua con dos cántaros a la cabeza”. Se atrevió a profetizar Teo. Y ¡Oh sorpresa ¡Cuando se acercaron era una pareja de la Guardia Civil y lo que nuestro amigos creían cántaros que relucían eran tricornios. Lógicamente les dieron el alto y no pudieron negar, ante la evidencia, de dónde venían. Los condujeron al cuartel, tuvieron que quedarse allí el cuerpo del delito y les dejaron irse a casa con el burro. Este suceso no tuvo consecuencias, aparte de que aquel día a lo mejor no comieron, para los dos más jóvenes, Teo y Juan, porque no tenía aún dieciocho años. Pero sí para Luis ya que le abrieron un expediente cuyo peso arrastró casi toda su vida ya que, treinta años después, cuando fue a sacarse el permiso de armas para cazar y solicitar el certificado de penales, no pudo obtener dicha licencia porque su conducta no era la deseada por haber ido una noche de noviembre, “a bellotas”.

Soy hija de Celestino que se menciona en el texto, me gustaria que me enviases el texto compmeto, pues creo tambien se menciona a mi abuelo "el corta" que ponia en la plaza una caseta de tiros. Te lo agradeceria mucho. Gracias