ACARREAR EL AGUA II
En no pocas ocasiones también las gentes iba por agua a los pozos de “El Ladrillar” y “ La Rellaná”. Éstos estaban a tres o cuatro kilómetros del pueblo por los que era necesario llevar una bestia con sus aguaderas para traer los cuatro cántaros de la carga. ¡Cuántas veces tuve y acepté este ofrecimiento de mi madre: “Si me traes una carga de agua del pozo de la “Rellaná” te doy dos reales” (cinco perras gordas ó cincuenta céntimos de peseta). Para allá montado en la burra, para acá andando detrás.
En los veranos, cuando el sol achicharra Orellana, lógicamente las necesidades de agua aumentaban y las gentes se levantaba muy de temprano para PONER LOS CÁNTAROS en una larguísima fila que muchas veces, doblada, llegaba hasta LAS CASA DE LOS POSTES, enfrente del Milenium de nuestro amigo Mariano. Como se iban llenando los primeros de la fila había que ir corriendo los cántaros hasta que se llegaba a los esperados caños y ésto duraba algunas veces hasta días enteros. Con frecuencia el mudar los cántaros para rellanar los huecos era tarea de niños: -“ ¡Anda, niño, ves a CORRER los cántaros que yo tengo mucho que hacer ¡. Mas de uno se rompían en estos menesteres.
Pero no todas las gentes podían perder tanto tiempo en coger el agua del la fuente fina y la compraban a los AGUAORES. Eran personas que se dedicaban a guardar la cola, coger el agua y venderla a quien se la encargaba. AGUAORES famosos fueron LAS VILLARENCAS, hijas del tío Manuel el del Agua, Petra Arcos Sierra, “La Parrala” y el tío Doroteo “El Carpito”. Este último, cuando se quitó el agua fina del pueblo, hasta que la trajeron otra vez de la Sierra, iba con su vieja burra, todos los días a Orellana de la Sierra, pueblo con agua muy fina, y la vendía a los nostálgicos de esta clase de agua que, además de LUCIR mucho en el lavado de la ropa, era imprescindible para cocer los garbanzos. El tío Doroteo también era un RECAERO muy eficiente y traía y llevaba cosas y encargos entre los dos pueblos cobrando pequeñas propinas con lo que incrementaba un poquito las ganancias de la carga de agua.
En no pocas ocasiones también las gentes iba por agua a los pozos de “El Ladrillar” y “ La Rellaná”. Éstos estaban a tres o cuatro kilómetros del pueblo por los que era necesario llevar una bestia con sus aguaderas para traer los cuatro cántaros de la carga. ¡Cuántas veces tuve y acepté este ofrecimiento de mi madre: “Si me traes una carga de agua del pozo de la “Rellaná” te doy dos reales” (cinco perras gordas ó cincuenta céntimos de peseta). Para allá montado en la burra, para acá andando detrás.
En los veranos, cuando el sol achicharra Orellana, lógicamente las necesidades de agua aumentaban y las gentes se levantaba muy de temprano para PONER LOS CÁNTAROS en una larguísima fila que muchas veces, doblada, llegaba hasta LAS CASA DE LOS POSTES, enfrente del Milenium de nuestro amigo Mariano. Como se iban llenando los primeros de la fila había que ir corriendo los cántaros hasta que se llegaba a los esperados caños y ésto duraba algunas veces hasta días enteros. Con frecuencia el mudar los cántaros para rellanar los huecos era tarea de niños: -“ ¡Anda, niño, ves a CORRER los cántaros que yo tengo mucho que hacer ¡. Mas de uno se rompían en estos menesteres.
Pero no todas las gentes podían perder tanto tiempo en coger el agua del la fuente fina y la compraban a los AGUAORES. Eran personas que se dedicaban a guardar la cola, coger el agua y venderla a quien se la encargaba. AGUAORES famosos fueron LAS VILLARENCAS, hijas del tío Manuel el del Agua, Petra Arcos Sierra, “La Parrala” y el tío Doroteo “El Carpito”. Este último, cuando se quitó el agua fina del pueblo, hasta que la trajeron otra vez de la Sierra, iba con su vieja burra, todos los días a Orellana de la Sierra, pueblo con agua muy fina, y la vendía a los nostálgicos de esta clase de agua que, además de LUCIR mucho en el lavado de la ropa, era imprescindible para cocer los garbanzos. El tío Doroteo también era un RECAERO muy eficiente y traía y llevaba cosas y encargos entre los dos pueblos cobrando pequeñas propinas con lo que incrementaba un poquito las ganancias de la carga de agua.