LAVAR LA ROPA II
Hace cincuenta ó sesenta años y más, las mujeres de Orellana tenían muchas más dificultades que ahora para la lavar la ropa. No había agua corriente en las casas, ni contaban con lavadoras, detergentes, suavizantes etc. Solo tenían un lavandero de madera, jabón casero y unos manos tan endurecidas como las de sus maridos, los labradores, por las faenas de la casa. ¡Ay, la manos de mi madre, cuánto trabajo y generosidad despilfarraron a lo largo de su vida ¡. El agua de nuestro pueblo siempre ha sido muy BASTA y “ no lucía” (hacer jabonaúra) con dicho jabón. Así que con mucha frecuencia se tenían que desplazar a distintos lugares buscando el agua FINA para lavar la ropa como es debido.
Era muy común ver a las mujeres, sobre todo cuando tenían que lavar la ropa de las camas, unas cargadas con el lavandero, otras con costales llenos de ropa cuando no disponían de bestias para el transporte, salir por las mañanas en busca del agua deseada. Eran muchos los lugares donde iban: “Los cavaeros” y “La laguna del Santo”, las pedreras de “El Cerrillo el Fraile” cuyas aguas eran procedentes de la lluvia (AGUA LLOVIZA), los pozos de “El Ladrillar” y de “ La Rellaná”, el “ Caño de la Sierra”, las fuentes de “San José”, en “El Coto”, la de “Maiserrana” o las de “La Dehesilla” donde había tres una de las cuales se llamaba “La fuente del Cura”. Algunas acompañaban a sus maridos a las fincas del término de Acedera “El Lejío” y “El Palazuelo” que están atravesadas por el río Gargáligas y cuyas aguas son idóneas para lavar. Ellos, a arar y ellas a lavar
La faena duraba todo el día.. Primero “daban la ropa”, un primer lavado. Después la tendían enjabonada para que se SOLEASE y era regada varias veces cuando el sol hacía su oficio, es decir secar. De esta manera conseguían una blancura extraordinaria.. A continuación la lavaban otra vez, la enjuagaban con agua con "azulillo"y la tendían definitivamente sobre la hierba o las peñas.
Era doblada y guardada otra vez en los costales limpios y, si podía ser, el hombre acudía por la tarde para cargar en las bestias la ropa y el lanvandero y regresar a casa.
Hace cincuenta ó sesenta años y más, las mujeres de Orellana tenían muchas más dificultades que ahora para la lavar la ropa. No había agua corriente en las casas, ni contaban con lavadoras, detergentes, suavizantes etc. Solo tenían un lavandero de madera, jabón casero y unos manos tan endurecidas como las de sus maridos, los labradores, por las faenas de la casa. ¡Ay, la manos de mi madre, cuánto trabajo y generosidad despilfarraron a lo largo de su vida ¡. El agua de nuestro pueblo siempre ha sido muy BASTA y “ no lucía” (hacer jabonaúra) con dicho jabón. Así que con mucha frecuencia se tenían que desplazar a distintos lugares buscando el agua FINA para lavar la ropa como es debido.
Era muy común ver a las mujeres, sobre todo cuando tenían que lavar la ropa de las camas, unas cargadas con el lavandero, otras con costales llenos de ropa cuando no disponían de bestias para el transporte, salir por las mañanas en busca del agua deseada. Eran muchos los lugares donde iban: “Los cavaeros” y “La laguna del Santo”, las pedreras de “El Cerrillo el Fraile” cuyas aguas eran procedentes de la lluvia (AGUA LLOVIZA), los pozos de “El Ladrillar” y de “ La Rellaná”, el “ Caño de la Sierra”, las fuentes de “San José”, en “El Coto”, la de “Maiserrana” o las de “La Dehesilla” donde había tres una de las cuales se llamaba “La fuente del Cura”. Algunas acompañaban a sus maridos a las fincas del término de Acedera “El Lejío” y “El Palazuelo” que están atravesadas por el río Gargáligas y cuyas aguas son idóneas para lavar. Ellos, a arar y ellas a lavar
La faena duraba todo el día.. Primero “daban la ropa”, un primer lavado. Después la tendían enjabonada para que se SOLEASE y era regada varias veces cuando el sol hacía su oficio, es decir secar. De esta manera conseguían una blancura extraordinaria.. A continuación la lavaban otra vez, la enjuagaban con agua con "azulillo"y la tendían definitivamente sobre la hierba o las peñas.
Era doblada y guardada otra vez en los costales limpios y, si podía ser, el hombre acudía por la tarde para cargar en las bestias la ropa y el lanvandero y regresar a casa.
Antonio, con tu permiso, estoy guardando en el ordenador todas estas historias para poder luego imprimirlas y tenerlas. Si no te importa.
Un abrazo
Un abrazo