Empiezan las aceitunas. ¡¡¡ Que ricos los torreznos sentados en los ropones de las bestias ó en las albardas, con una buena lumbre calenándote los piés.!!! Después, y antes de empezar otra vez, se metian dos cantos rollizos en las brasas para, que una vez bien calentitos, sirvieran para calentarte las manos. Se guardaban éstos en los bolsillos, y cuando las manos estaban a punto de estallar de frio, las metias en las faldiqueras y apretabas con fureza los cantos, entonces parecia como que el dia se habia aclarado. Y otra vez a empezar. Y las aceitunas pegadas al suelo con la helada. Y otra vez el dia parecia que habia salido de la boca de un lobo. Cuéntalas, me decía mi padre, pero sólo tenia tiempo para pensar en la hora de volver a casa, y además, ¡¡¡ quién carajo era capaz de contar si los dedos estaban tullidos, si no era capaz ni de hacer el huevo.!!!