Compenétrate en cumplir los preceptos, pero atiende a dominar las necesidades de tu estómago y de tu sueño, después los arranques de tus apetitos y de tu ira.
Y no dejes que el dulce sueño se apodere de tus lánguidos ojos sin antes haber repasado lo que has hecho en el día:
¡Oh Padre! ¡De cuántos males no librarías a los hombres si tan sólo les hicieras ver a qué males obedecen!