Muchas son las voces, unas indignas, otras nobles, que vienen a herir el oído:
Que no te turben ni tampoco te vuelvas para no oírlas.
Que no te turben ni tampoco te vuelvas para no oírlas.
Por ellas ingresarás en la divina senda de la perfección.
El vicio de amar es la causa de muchas desgracias