En su ámbito se conservan numerosos dólmenes, tumbas antropomorfas, y otros restos prehistóricos que testimonian la ocupación del territorio por grupos de pobladores desde las épocas más remotas. Prueba de ello son los poblados de la Galana de Mayorga, el Alcornocón, Malpaso, Villavieja, entre otros. también existen de época
romana, notables ejemplos de su paso y asentamiento en la zona como demuestra el hallazgo de estatuuas,
mosaicos, aras votivas, tégulas,
capiteles, conducciones de
aguas y sarcófagos. Desde sus orígenes, el lugar siempre se llamó
San Vicente. Posteriormente, en la Alta Edad Media, se puede citar como probable que el asentamiento definitivo en esta zona se deba a repoblaciones efectuadas a principios del siglo XV, como anejo o lugar de
Valencia de Alcántara. Dicha actividad repobladora, tanto en este término como en otros de la actual
Extremadura, dependió de la Orden de Alcántara a través del otorgamiento de una serie de concesiones que pusieron en práctica los frailes de la orden
militar, con el fin de atraer a nuevos pobladores que ayudasen en la defensa del territorio y pusiesen en cultivo las nuevas tierras bajo su control. En el siglo XVII, en el año 1671, obtuvo la independencia jurídica de la
plaza fuerte de Valencia de Alcántara así como la denominación de villa, tras pagar a la Corona la cantidad de 95.000 ducados, y como consecuencia obtuvo el apelativo de San Vicente de la Orden de Alcántara, pues estas tierras fueron conquistadas a los árabes por el IV Maestre de dicha orden, D. Vicente García Sánchez en 1221. Si en un principio la villa contaba con un reducido término, éste fue incrementado con posterioridad en el año 1836 con las encomiendas de Piedrabuena y Mayorga, cuando San Vicente fue desligada del partido judicial de Valencia de Alcántara e incorporada al naciente partido judicial de
Alburquerque. El aspecto por el que la población resulta más conocida, es la producción y elaboración del corcho, actividad cuya
tradición se remonta a 1858, cuando se abre la primera
fábrica, y en la que San Vicente destaca hoy como el centro más significado de
España. En otros tiempos, la localidad se distinguó como centro de producción de sombreros de fieltro, de los que se confeccionaban miles para el suministro de toda la región, al igual que en la fabricación de calzado y el curtido de pieles.