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SAN VICENTE DE ALCANTARA: ¡Carta a Cantabria!...

¡Carta a Cantabria!

¡Hola Cantabria! Como va pasando el tiempo sin apenas darnos cuenta, parece que fue ayer cuando nos conocimos, pero hoy a unos días de cumplirse los cuarenta y seis años que pisé por primera vez tus dominios, a los que llegué desde las llanuras de Extremadura por motivos de trabajo, quiero dedicarte estas cuatro líneas para hacerte partícipe de mis sentimientos. Llegué aquí a tu territorio con la idea de regresar lo antes posible a mis orígenes (lo que solemos pensar todos como es natural, cuando salimos del lugar de nacimiento y donde queda todo nuestro pasado) pero la cosa cambió, ya que según pasaba el tiempo me fui dando cuenta que me estaba enamorando de tu encanto, cosa que nos ocurre casi siempre a todo principiante aunque luego cambiemos de opinión, pero este no ha sido mi caso.

Nuestro primer contacto fue en la montaña, entre nieblas, vientos borrascosos y chubascos, en un pequeñito pueblo conocido por “La lastra” perteneciente al Ayuntamiento de “Tudanca” entre brañas peñas y ribazos, y una demarcación con hondas y grandes depresiones entre montaña y montaña, por donde discurre el curso del río “Nansa” con sus gélidas y cristalinas aguas, (pobladas de la estimada y sabrosa trucha denominada “Arco-iris”) que provienes de los arroyuelos de sus montes, caudal del que se nutre su central eléctrica conocida por “La peña de Vejo” a la cual tenía que dedicar en parte mis servicios. Como así, a su serpenteánte y angosta carretera llena de dificultades y peligros para circular por ella, (debido a los desprendimientos de piedras de sus inclinadas laderas) que comunica con las provincias vecinas de Asturias y Castilla-León, en el lugar conocido como la “Cruz de Cabezuelas” que es el punto de confluencia de las tres Comunidades, es una comarca y un paisaje impresionante.

En mis primeros momentos me costó mucho, muchísimo aceptarte debido a la gran diferencia geográfica y atmosféricas que existen entre ambas regiones, Extremadura y tú, Cantabria (digo Regiones por que en aquella fecha no existía la denominación de Comunidad) como sabes, estamos hablando de un ya lejano pasado, ahora todo está cambiado. Fueron tiempos como te digo muy difíciles de soportar, ya que en el primer año nos pasamos una gran temporada sin divisar el sol a ninguna hora del día algo a lo que yo no estaba acostumbrado, solo nieblas vientos y nevadas como la que recibimos el tres de mayo cuando yo solo llevaba tres días de debut en el mencionado lugar, (Todo un novato) pero claro, hay que reconocer que si no fuese así, no serías Cantabria, ni podrías presumí de tu verdor y hermosura. Sí, fueron como digo días muy duros de llevar pero poco a poco la cosa fue cambiando, sobre todo cuando empecé a recorrer la comarca de tus esbeltas e impresionantes montañas, valles con sus montes y sus prados con su verdor donde se apacentaban con abundancia sobrada tus ganados, lo que me llamaba mucho la atención debido a la altura del año en que nos encontrábamos, ya que en mi tierra por esas fechas se encuentra todo agostado (Como se suele decir en la “Jerga” del lugar entre sus habitantes) debido a las altas temperaturas que tienen que soportar, en especial durante la época estival.

Pasados unos dos años, el cinco de septiembre del sesenta y cinco, por motivos de cambio de especialidad tuve que alejarme de ti, debido a la falta de plazas en la referida nueva ocupación, y dirigirme hacia las provincias Vascongadas (Hoy País Vasco) para poder prestar mis servicios como conductor en el Parque de Automovilismo en San Sebastián, donde pasé once años. Pero ya sentía yo dentro de mí, que despertaba la necesidad de volver en su día a ti, Cantabria, que fue donde tuvieron lugar mis comienzos profesionales.

El quince de julio del año setenta y siete, regresé nuevamente a tus dominios, pero esta vez no fui a tus montañas no, ahora lo hice a uno de los pueblosMonte” de los alrededores de tu capital Santander, para seguir desde allí surcando tus caminos, carreteras y puertos, en cumplimiento del servicio que debido a mi profesión en su día me fue encomendado, y poder disfrutar de nuevo del esplendoroso y colorido de tus montes y tus campos, hasta la conclusión de mi actividad profesional. Para que ahora cuando me estoy acercando poco a poco al final de mí recorrer por la vida como nos suele ocurrir a todo ser humano por la edad, empezar a ir tomando posesión de mi lugar de residencia definitiva.

Sí, Cantabria… es ahora cuando acude a mi la necesidad de hacerme la pregunta de la duda, ¿De donde soy yo, después de tantos años alejado de mi lugar de nacimiento? Soy extremeño sí, de un pueblo donde solo quedan mis raíces y el recuerdo de mis ante pasados. ¡No, no quiero ni debo renunciar a la tierra donde vi la luz por primera vez, ni sería justo! Pero tampoco quiero renunciar a la parte que me corresponde de ti, después de haberme aguantado nada menos que durante cuarenta y siete años, que van a cumplirse justo en las fechas del momento en el que me dispongo a dirigirte el presente escrito, y como comprenderás es casi toda una vida ¿O a caso no crees que me corresponde algo aunque solo sea por lo mucho que en ti he luchado durante todos estos tiempos? Creo que en este caso podemos hacer alusión al viejo refrán castellano que dice “El buey no es de donde nace, si no de donde pace” pues en él, creo me encuentro yo involucrado. Aquí tengo a mis hijos, nietos y parte de mis hermanos y donde espero y deseo permanecer unido a todos ellos, hasta el resto de mis días.

Después de todo lo expuesto y sin nada más que alegar, solo deseo y espero continuar residiendo en ti, hasta el final, para poder seguir disfrutando de tu ciudad, tus playas, y en especial de tu tranquilidad y todo tu colorido ambiental y placeres, de los muchos que dispones para podernos ofrecer, el máximo de tiempo que nuestro Señor el todo poderoso tenga a bien de concederme.

Recibe un afectuoso y cordial saludo de un enamorado de ti (Cantabria) no Cántabro de nacimiento, pero si de corazón, respeto y sentimientos.

Santander, viernes cinco de abril de 2009.
El Abuelo.