Un pobre senegalés, negro como un tizón, consigue llegar a la frontera de Ceuta con un pasaporte que le vendieron en Marrakech por bueno y, por supuesto, más falso que Judas. Tanto que lleva una foto de Leonardo Di Caprio.
Se lo enseña al picoleto de la frontera y éste, que es cualquier cosa menos tonto, se queda mirando alternativamente la foto y al senegalés una y otra vez durante un buen rato, mientras en una mano sostiene el pasaporte, con la otra se quita el gorro momentáneamente y con la misma que sostiene el pasaporte se rasca la cabeza.
Como saliendo de un letargo, le dice al pobre hombre, que ya temblaba como un flan: espere un momento, mientras se mete en la oficina que está justo al lado.
Cuando entra dice:
" ¡Perdón, mi zargento! Uzté que tié má jectudio y eztá má viajao que yo; ¿Er Titanic ze jundió, o ze quemó?"
Se lo enseña al picoleto de la frontera y éste, que es cualquier cosa menos tonto, se queda mirando alternativamente la foto y al senegalés una y otra vez durante un buen rato, mientras en una mano sostiene el pasaporte, con la otra se quita el gorro momentáneamente y con la misma que sostiene el pasaporte se rasca la cabeza.
Como saliendo de un letargo, le dice al pobre hombre, que ya temblaba como un flan: espere un momento, mientras se mete en la oficina que está justo al lado.
Cuando entra dice:
" ¡Perdón, mi zargento! Uzté que tié má jectudio y eztá má viajao que yo; ¿Er Titanic ze jundió, o ze quemó?"