A mi madre, mujer que quería de corazón a su pueblo y su gente. Madre, tú me enseñaste a disfrutar al levantarme cada día, con el tibio sol de la mañana, con el suave viento besándome la piel, observando las nubes, las sierras, las llanuras y los campos repletos de olivos y trigales verdes. En tierra extremeña nací y orgullosa estoy de ella y de su gente. Allí empecé a sentir mis primeras sensaciones, observando como se abrazaban el cielo y la tierra en la mañana y en la puesta de sol en el ocaso. Allí aprendí a ser libre, madre, en nuestro pueblo querido. Tú, me enseñaste con tu ejemplo, con tu fuerza y entrega a encontrar mundos de paz para los seres, a no tener rencor, a desterrar la envidia, la astucia y la maldad, a comprender y a vivir con sencillez, porque grande era tu fe y tu corazón muy limpio.