Fue construido en un tiempo récord (solo seis años) y, curiosamente, la autorización real de Juan II de Castilla para su erección no llegó hasta 1441, fecha en que las obras estaban ya bastante avanzadas. El
edificio más que como un baluarte, a pesar de su aspecto al gusto de los
palacios de la época, se planifica como una residencia señorial. De trazas góticas, la decoración responde al gusto mudéjar y extramuros muestra su aspecto fiero y más solemne.