La herencia de los caballeros cristianos primigenios en
Zafra convive con las modificaciones que se hicieron siglos más tarde, cuando ya no se teme al enemigo infiel, y el Alcázar se hace más habitable para damas y nobles menos acostumbrados al
arte de guerrear. Aún así, no quiso el sucesor del segundo señor de
Feria, promotor de este
castillo, perder las trazas que a pesar de su inutilidad seguían mostrando el rancio abolengo de los Figueroa a la población de Zafra.