Historia:
“SALVACIÓN” DEL CRISTO DE ZALAMEA
Quiero resucitar un poco, la Memoria Histórica de Zalamea de la Serena, tan querida por unos, y olvidada por otros. Para resucitar estos hechos históricos, nada mejor que sumarme al homenaje (único que yo sepa) que se hizo a la persona que arriesgando su propia vida “salvo”, la Imagen del Santísimo Cristo de la Quinta Angustia, de ser destrozada de los milicianos el día 24 de Noviembre de 1.936 en plena Guerra Civil Española
Este homenaje se lo hizo D. Juan José de Eguibar y Muñiz en su libro titulado el Cristo de Zalamea, publicado en 1971, por la Diputación de Badajoz, para ello me voy a limitar a transcribir literalmente el mismo: Dice así:
Es una historia que pudiéramos decir olvidada antes de sabida, son poquísimos los que la conocen tal y como ocurrieron los hechos, razón de que la incluya en el presente libro, como humilde homenaje a quien salvo para su pueblo, la imagen a la que se le tenia más devoción.
Se trata de Vicente López Rodríguez, nacido en Zalamea el 4 de Diciembre de 1903, de familia artesana, siendo desde muy joven, acreditado carpintero-ebanista, no obstante lo cual se hizo cartero urbano a los 18 años, se caso el 6 de Diciembre de 1930 con Cándida Gilgado Núñez también se Zalamea, teniendo un total de 8 hijos. Cuando estallo el movimiento, correos tenia sus oficinas en la calle Santo Cristo muy cerca de la Real Capilla, el día 24 del 11 del 1936, se entera por unas vecinas, que los milicianos han entrado en ella y están destrozándolo todo, incluida imágenes, cuando termina el reparto que acelero al máximo, y se presenta en el templo, encontrando mucha gente mirando las imágenes destrozadas, al Santo Cristo lo habían arrojado desde lo alto del camarín, y entre otras
Vicente el Cartero
el no quería decir nada, pero después de mucho insistir se lo contó, transmitiéndole el miedo de lo que podía escurrirles a toda la familia si llegaran a enterarse, y no dijera nada, ni a su propia madre.
Ya un poco mas tranquilo contando con la complicidad de su mujer, pensaron en otro escondite que ofreciera mayor seguridad, y como conocían bien los recovecos del hospital, se acordaron que en el tejado de la Sacristía coincide exactamente con el del Hospital y su desván existiendo una claraboya para salir al tejado, y recorriendo parte de este llegar al campanario, por el hueco de la campana y la pared colarse hasta la misma Sacristía Alta, de regreso con la imagen atada a la espalda descolgarse con una soga. Pero este plan no les gusto y desistieron por el peligro que entrañaba ya que desde la Calle las Monjas se ve el tejado que tenia que cruzar, también visible desde el patio de los Ramírez, ocupada en aquel entonces por “cabecillas” del pueblo, y para colmo había luna llena.
Portada del Cristo
una de la persona que allí había, le preguntó, que si llevaba cartas en la saca, el contestó que solo eran papeles viejos de correos para quemar.
Ya en su casa envolvieron la imagen en una sabana y la introdujeron en un baúl grande y viejo, echando ropa encima.
Una vez mas tranquilo se acordaron de la imagen de Jesús Nazareno que estaba en la Capilla del Hospital donde aun no habían registrado los Milicianos, subieron a la capilla y desvistieron la imagen, vistieron con sus ropas al Cirineo llevándose al Nazareno al desván tapándolo con esteras y trapos viejos. A los pocos días se presentaron cinco “soldados milicianos” a registrar la Capilla, y como estaba cerrada con cerrojo y candado, cargaron sobre ella hasta abrirla derribando la imagen que supusieron era el Nazareno, a los golpes acudió Vicente, recriminándoles el que hubieran destrozado la puerta, pudiéndole haber pedido la llave, le dieron un puñetazo en la cara y cayendo al suelo observo como uno de ellos que hacia de jefe le apuntaba con una pistola, que al dispararle se encasquillo, mientras un vecino le salvo la vida diciéndole que por favor no lo matara allí en la Capilla, a lo cual este desistió de su idea y siguieron rompiendo cosas, cuando bajaron a la sala de los enfermos debieron temer algún contagio, y se fueron a registrar la casa donde estaba el Nazareno escondido, registrando la habitación de los niños sin encontrar nada y cuando llegaron a donde estaba el baúl que ya todos temían se descubriese, inesperadamente el milicianos que había abierto la puerta dijo, “vámonos y volvemos mañana que aquí no hay nada”, llevándose detenido a Vicente, entregándoselo al oficial y acusándolo de oponerse a la destrucción de la imagen, pero este lo dejo marchar.
Ya de nuevo en su casa y no “fiándose” puso a un familiar de vigilancia, pero intranquilos por su posible vuelta al registro ya bien entrada la noche, y no pudiendo dormir nadie de la familia, subieron al desván y desarmaron al Nazareno, lo metieron en un cajón y escondieron debajo de la escaleras, tapando el hueco con ladrillos y piedras, delante hicieron un pequeño montón de leña.
También decidieron esconder mejor el Santo Cristo, por lo que sacándolo del baúl, envolviéndolo en una sabana, lo enterraron en un hoyo que hicieron de 50 cms de profundidad a la luz de un candil, cuya luz tapaban con una manta para que no se vieran desde las casas vecinas.
Liberada Zalamea el 24 de Julio de 1938, se presentaron ambas imágenes, para que todos supiesen como se habían salvado, hay varios testigos de este hecho y uno de excepción: Ilustrísimo Sr. D. Enrique Delgado Gómez, Vicario del Obispado de Badajoz.
La imagen del Nazareno, resulto con la cabeza rachada que arreglo como buen ebanista que era el mismo Vicente, y el Santo Cristo fue magníficamente restaurado en Sevilla, que a su regreso fue recibido por el pueblo en masa.
Jesús Eguíbar
Gracias Vicente
Quiéreme cuando menos me lo merezca, que será cuando mas lo necesite
Municipio romano bajo el topónimo de Iulipa, constituyó un enclave destacado en tiempos de Trajano. Desde esa época data el Dístylo que, como uno de los hitos más representativos de la localidad, se erigen en su plaza central. Tras la etapa romana, Zalamea se mantuvo activa bajo los los visigodos, constituyendo en el período árabe un centro importante. Tras la Reconquista quedó integrada en la Orden de Alcántara con categoría de Encomienda, experimentando numerosas vicisitudes durante la Edad Media, a consecuencia de las pugnas institucionales en que se vio envuelta. A partir de 1.474, la Orden de Alcántara celebró aquí sus Capítulos, y en 1.527 quedó establecida como uno de sus Prioratos. Su mayor esplendor corresponde al siglo XV, tiempo del que data su configuración urbanística, en ese momento perimetrada por una cerca amurallada y las realizaciones monumentales más destacadas. Su componente fundamental es el castillo, hoy situado ya en el centro de la población, rodeado por las edificaciones que se adosan a sus muros. Se trata de otra rehecha por los cristianos sobre una fortaleza árabe anterior. Consta de plaza de armas y recinto forzado por numerosas torres, entre las que sobresale la llamada torre Alta o del Homenaje, de cuerpo hexagonal, erigida en tiempos de Carlos I. En el patio central se estableció en 1.826 el cementerio de la localidad que permaneció allí hasta 1.972. En este castillo, levantó su palacio el último Maestre de la Orden de Alcántara, Juan de Zúñiga, convirtiéndolo en sede de la célebre Academia Literaria que, como importantísimo foco cultural, floreció en Zalamea en las postrimerías del siglo XV. De ella formaron parte figuras tan señaladas como el jurista Fray Gutiérrez de Trejo; el teólogo Fray Domingo; el médico Doctor de Parra; el astrólogo judío Abasurto; el maestro de Capilla Solórzano, el músico más insigne de su tiempo, y otros. La figura más sobresaliente de este conjunto fue Antonio de Nebrija, que escribió aquí la primera Gramática de la lengua castellana, publicada luego en Salamanca en 1.492.
Quiero resucitar un poco, la Memoria Histórica de Zalamea de la Serena, tan querida por unos, y olvidada por otros. Para resucitar estos hechos históricos, nada mejor que sumarme al homenaje (único que yo sepa) que se hizo a la persona que arriesgando su propia vida “salvo”, la Imagen del Santísimo Cristo de la Quinta Angustia, de ser destrozada de los milicianos el día 24 de Noviembre de 1.936 en plena Guerra Civil Española
Este homenaje se lo hizo D. Juan José de Eguibar y Muñiz en su libro titulado el Cristo de Zalamea, publicado en 1971, por la Diputación de Badajoz, para ello me voy a limitar a transcribir literalmente el mismo: Dice así:
Es una historia que pudiéramos decir olvidada antes de sabida, son poquísimos los que la conocen tal y como ocurrieron los hechos, razón de que la incluya en el presente libro, como humilde homenaje a quien salvo para su pueblo, la imagen a la que se le tenia más devoción.
Se trata de Vicente López Rodríguez, nacido en Zalamea el 4 de Diciembre de 1903, de familia artesana, siendo desde muy joven, acreditado carpintero-ebanista, no obstante lo cual se hizo cartero urbano a los 18 años, se caso el 6 de Diciembre de 1930 con Cándida Gilgado Núñez también se Zalamea, teniendo un total de 8 hijos. Cuando estallo el movimiento, correos tenia sus oficinas en la calle Santo Cristo muy cerca de la Real Capilla, el día 24 del 11 del 1936, se entera por unas vecinas, que los milicianos han entrado en ella y están destrozándolo todo, incluida imágenes, cuando termina el reparto que acelero al máximo, y se presenta en el templo, encontrando mucha gente mirando las imágenes destrozadas, al Santo Cristo lo habían arrojado desde lo alto del camarín, y entre otras
Vicente el Cartero
el no quería decir nada, pero después de mucho insistir se lo contó, transmitiéndole el miedo de lo que podía escurrirles a toda la familia si llegaran a enterarse, y no dijera nada, ni a su propia madre.
Ya un poco mas tranquilo contando con la complicidad de su mujer, pensaron en otro escondite que ofreciera mayor seguridad, y como conocían bien los recovecos del hospital, se acordaron que en el tejado de la Sacristía coincide exactamente con el del Hospital y su desván existiendo una claraboya para salir al tejado, y recorriendo parte de este llegar al campanario, por el hueco de la campana y la pared colarse hasta la misma Sacristía Alta, de regreso con la imagen atada a la espalda descolgarse con una soga. Pero este plan no les gusto y desistieron por el peligro que entrañaba ya que desde la Calle las Monjas se ve el tejado que tenia que cruzar, también visible desde el patio de los Ramírez, ocupada en aquel entonces por “cabecillas” del pueblo, y para colmo había luna llena.
Portada del Cristo
una de la persona que allí había, le preguntó, que si llevaba cartas en la saca, el contestó que solo eran papeles viejos de correos para quemar.
Ya en su casa envolvieron la imagen en una sabana y la introdujeron en un baúl grande y viejo, echando ropa encima.
Una vez mas tranquilo se acordaron de la imagen de Jesús Nazareno que estaba en la Capilla del Hospital donde aun no habían registrado los Milicianos, subieron a la capilla y desvistieron la imagen, vistieron con sus ropas al Cirineo llevándose al Nazareno al desván tapándolo con esteras y trapos viejos. A los pocos días se presentaron cinco “soldados milicianos” a registrar la Capilla, y como estaba cerrada con cerrojo y candado, cargaron sobre ella hasta abrirla derribando la imagen que supusieron era el Nazareno, a los golpes acudió Vicente, recriminándoles el que hubieran destrozado la puerta, pudiéndole haber pedido la llave, le dieron un puñetazo en la cara y cayendo al suelo observo como uno de ellos que hacia de jefe le apuntaba con una pistola, que al dispararle se encasquillo, mientras un vecino le salvo la vida diciéndole que por favor no lo matara allí en la Capilla, a lo cual este desistió de su idea y siguieron rompiendo cosas, cuando bajaron a la sala de los enfermos debieron temer algún contagio, y se fueron a registrar la casa donde estaba el Nazareno escondido, registrando la habitación de los niños sin encontrar nada y cuando llegaron a donde estaba el baúl que ya todos temían se descubriese, inesperadamente el milicianos que había abierto la puerta dijo, “vámonos y volvemos mañana que aquí no hay nada”, llevándose detenido a Vicente, entregándoselo al oficial y acusándolo de oponerse a la destrucción de la imagen, pero este lo dejo marchar.
Ya de nuevo en su casa y no “fiándose” puso a un familiar de vigilancia, pero intranquilos por su posible vuelta al registro ya bien entrada la noche, y no pudiendo dormir nadie de la familia, subieron al desván y desarmaron al Nazareno, lo metieron en un cajón y escondieron debajo de la escaleras, tapando el hueco con ladrillos y piedras, delante hicieron un pequeño montón de leña.
También decidieron esconder mejor el Santo Cristo, por lo que sacándolo del baúl, envolviéndolo en una sabana, lo enterraron en un hoyo que hicieron de 50 cms de profundidad a la luz de un candil, cuya luz tapaban con una manta para que no se vieran desde las casas vecinas.
Liberada Zalamea el 24 de Julio de 1938, se presentaron ambas imágenes, para que todos supiesen como se habían salvado, hay varios testigos de este hecho y uno de excepción: Ilustrísimo Sr. D. Enrique Delgado Gómez, Vicario del Obispado de Badajoz.
La imagen del Nazareno, resulto con la cabeza rachada que arreglo como buen ebanista que era el mismo Vicente, y el Santo Cristo fue magníficamente restaurado en Sevilla, que a su regreso fue recibido por el pueblo en masa.
Jesús Eguíbar
Gracias Vicente
Quiéreme cuando menos me lo merezca, que será cuando mas lo necesite
Municipio romano bajo el topónimo de Iulipa, constituyó un enclave destacado en tiempos de Trajano. Desde esa época data el Dístylo que, como uno de los hitos más representativos de la localidad, se erigen en su plaza central. Tras la etapa romana, Zalamea se mantuvo activa bajo los los visigodos, constituyendo en el período árabe un centro importante. Tras la Reconquista quedó integrada en la Orden de Alcántara con categoría de Encomienda, experimentando numerosas vicisitudes durante la Edad Media, a consecuencia de las pugnas institucionales en que se vio envuelta. A partir de 1.474, la Orden de Alcántara celebró aquí sus Capítulos, y en 1.527 quedó establecida como uno de sus Prioratos. Su mayor esplendor corresponde al siglo XV, tiempo del que data su configuración urbanística, en ese momento perimetrada por una cerca amurallada y las realizaciones monumentales más destacadas. Su componente fundamental es el castillo, hoy situado ya en el centro de la población, rodeado por las edificaciones que se adosan a sus muros. Se trata de otra rehecha por los cristianos sobre una fortaleza árabe anterior. Consta de plaza de armas y recinto forzado por numerosas torres, entre las que sobresale la llamada torre Alta o del Homenaje, de cuerpo hexagonal, erigida en tiempos de Carlos I. En el patio central se estableció en 1.826 el cementerio de la localidad que permaneció allí hasta 1.972. En este castillo, levantó su palacio el último Maestre de la Orden de Alcántara, Juan de Zúñiga, convirtiéndolo en sede de la célebre Academia Literaria que, como importantísimo foco cultural, floreció en Zalamea en las postrimerías del siglo XV. De ella formaron parte figuras tan señaladas como el jurista Fray Gutiérrez de Trejo; el teólogo Fray Domingo; el médico Doctor de Parra; el astrólogo judío Abasurto; el maestro de Capilla Solórzano, el músico más insigne de su tiempo, y otros. La figura más sobresaliente de este conjunto fue Antonio de Nebrija, que escribió aquí la primera Gramática de la lengua castellana, publicada luego en Salamanca en 1.492.