Cuando yo era chico en las noches de verano nos sentábamos por la noche a las puertas de las casas a tomar el fresco. Yo desde la mi calle escuchaba cantar las ranas de la Laguna del Jorno Tejero. Entonces había ranas y lagartos y escardinchas, alondras y oropéndolas. Millones de pardales y muchos conejos y liebres. También había águilas de todas clases, en fin todo aquello que las nuevas generaciones de acehucheños no volverán a conocer, así como tampoco conocerán el trigo, la avena, el centeno, los repóntigos y las albejacas y nazaronis. Todo acaba. También todo vestigio del pasado acehucheño va desapareciendo. Muchos pueblos de la provincia de Cáceres se afanan por conservar sus monumentos y sus ruinas y las reforman. Mirad los garrovillanos con el convento como lo han quedado. Pero aqui hay que eliminar las lagunas y los hornos tejeros y los pozos de la Cjhanclona y el retablo de nuetstrra iglesia. No pasa nada. El progreso lo cambia todo y en el lugar que ocupaba la laguna del Jorno Tejero alomejor hacen un bar o un chiringuito para las fiestas. Eso si que nos gusta a todos. Las fiestas y los bares y las onces. Y yo el primero.
Mateo.
Mateo.