A los pies de la
iglesia, separado cinco metros del muro, se levanta una interesante
torre campanario. Consta éste de dos partes bien diferenciadas. Una de ellas, de granito, conforma el cuerpo de la
fábrica y la
espadaña propiamente dicha que se alza en el lado frontal a la iglesia. La espadaña presenta dos vanos inferiores y de gran tamaño, actualmente ocupados por
campanas, y un hueco superior y mas pequeño, en la parte central de caballete.
Para acceder ala torre se dispone de una
puerta orientada al sur y situada a una altura de un par de metros sobre el nivel del suelo, a la que se llega mediante una abrupta escalinata de cinco pasos. La
portada de medio punto y una
ventana asaetada ubicada sobre ésta proporcionan la única luz a su
escalera de caracol.
La otra parte de la torre, enteramente de ladrillo, la conforman las otras tres paredes del campanil o estancia superior. Su ejecución, es de una época superior al resto del
edificio.
Algunos autores han datado la obra como ejecutada entre los años 1653 y 1654. Observando el conjunto de la torre apreciamos con claridad que el estilo no se corresponde con la fecha indicada y hace que retraigamos su construcción a la Edad Media, posiblemente a los finales del siglo XIV. En su construcción se reutilizaron sillares, algunos de yacimientos
romanos, como pone bien alas claras uno de los situados frente a la puerta del templo.
Bien es cierto que hasta la primer mitad del siglo XVI no hallamos referencias al campanario o, mejor aún, a las campanas que acogen la torre.
La cita de una “
campana maior” nos declara la lógica existencia de una campana más pequeña, algo que ya se constata en las posteriores fechas de 1650, cuando se anotan cuentas por “aderezar campanas”, y de 1663, en que se asientan los gastos de “ciento y setenta y dos R (reales) y medio por hacer una campana”. Que estas campanas referidas se hallaban en el torre entes de la más antigua de las fechas citadas nos lo aclaran los sucesivos inventarios que, invariablemente y durante siglos, se ciñen a una escueta enumeración. Así leemos en los inventarios de 1662, 1666, 1692 y 1720, al igual que ocurrirían en otros muy anteriores, la mención de “dos campanas grandes en la torre y un esquilón”.
Ello significa que en la torre durante esos largos periodos existían tres campanas. Tal esquilón, hoy desaparecido, se tocaba desde la ventana trasera del a iglesia tirando por medio de una cadena, de cuyo roce quedan claras huellas. El mismo que, según la
tradición, se tañía para ahuyentar
tormentas y brujas, al igual que para avisar de partos y
bautizos, no debe confundirse con el situado sobre el muro oeste del templo, por cuanto los propios inventarios se refieren a éste como “otro esquilón encima de la tribuna”.
Siempre ha llamado la atención a propios y extraños el hecho de hallarse separado el campanario de la iglesia propiamente dicha. No es un caso único y existe la hipótesis que ello se deba a que la torre se construyera como una propiedad compartida entre la
parroquia y el concejo. Ambos tuvieron sus propias campanas y sus toques distintivos, así como las correspondientes llaves para acceder al edificio.
No obstante, el
pueblo hace sus propias interpretaciones sobre la curiosa separación y recrea una leyenda explicativa. Dice la misma que un cura antes de morir pide ser enterrado entre la iglesia y el campanario, es decir, en un sepulcro que se abra en el muro maestro de ambos
edificios. Cuando se procede a darle sepultura, los asistentes comprueban que, milagrosamente, entre la torre y la iglesia se ha abierto una
calle. Y en esta calle, cumpliendo la petición del sacerdote, será sepultado. Indudablemente había muerto en pecado y Dios no estaba dispuesto a que se cometiera un sacrilegio de enterrarse en lugar sagrado. Aunque también se conserva el chascarrillo de que la separación se debió a que se tiró de la torre con una maroma con la única intención de abrir una calle entre ella y la iglesia.
José María Domínguez Moreno.