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Buenos días, Victoria.
Todo bien, y acompañó el tiempo. Hay una tradición que aún siendo ateo se sigue por esta comarca, llevar unos huevos a las clarisas para que oren por que el tiempo esté estable, en este caso hizo efecto, lluvia el jueves, bueno viernes y sábado, y lluvia el domingo.
¡Feliz día!
Un abrazo.
Todo bien, y acompañó el tiempo. Hay una tradición que aún siendo ateo se sigue por esta comarca, llevar unos huevos a las clarisas para que oren por que el tiempo esté estable, en este caso hizo efecto, lluvia el jueves, bueno viernes y sábado, y lluvia el domingo.
¡Feliz día!
Un abrazo.
Feliz noche Elmaestro,
Un besoooooooooooooooo
Leopoldo Marechal
DEL ÁRBOL
Hay en la casa un Árbol
que no planto la madre ni riegan los abuelos:
solo es visible al niño, al poeta y al perro.
Su primavera no es la que fundan las rosas:
no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.
Su otono no es el tiempo que trae desde el mar
caballos irascibles, por tierras de azafran.
Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,
vestidos de cordura florecen los varones;
y Amor, en pie de guerra, se desliza
de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.
Entonces el sabor de algún cielo perdido
desciende con el llanto de los recien nacidos.
Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,
sobre los techos llueven sus hojas invisibles,
y, horizontal, cruza las altas puertas
alguien que por el cielo desaprendio la tierra.
Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Un besoooooooooooooooo
Leopoldo Marechal
DEL ÁRBOL
Hay en la casa un Árbol
que no planto la madre ni riegan los abuelos:
solo es visible al niño, al poeta y al perro.
Su primavera no es la que fundan las rosas:
no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.
Su otono no es el tiempo que trae desde el mar
caballos irascibles, por tierras de azafran.
Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.
Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,
vestidos de cordura florecen los varones;
y Amor, en pie de guerra, se desliza
de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.
Entonces el sabor de algún cielo perdido
desciende con el llanto de los recien nacidos.
Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,
sobre los techos llueven sus hojas invisibles,
y, horizontal, cruza las altas puertas
alguien que por el cielo desaprendio la tierra.
Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.