A VUELTAS CON LAS UNIONES HOMOSEXUALES: Aunque sabemos que es algo inusitado en la historia de la humanidad el "matrimonio" entre homosexuales, los cristianos de Albalá queremos manifestar nuestro respeto profundo a la dignidad de las personas de cualquier condición sexual. Existió una vez un tal Jesús de Nazaret que nos mostró un camino en el que todos están llamados a realizarse como hijos del mismo Padre, en libertad, no como esclavos de preceptos que al final matan al Espíritu. La tentación en todo tiempo, no sólo ahora, es la tentación de poder. En la Iglesia tenemos que reconocer y respetar la dignidad de todos. La Iglesia es "pueblo de Dios", necesitada siempre de conversión, en su cabeza y en sus miembros. Por eso, cuando decimos que no es afortunada la denominación de "matrimonio" para vuestra unión, no estamos demonizando a nadie. El matrimonio es algo que trasciende las modas culturales, las vigencias sociales. El matrimonio entre cristianos es entre hombre y mujer y no porque sea una ensoñación de los que son "guardianes de la ortodoxia", sino porque creaturalmente y antropológicamente es un dato incontrovertible. Seguid luchando por vuestros derechos inalienables, nos alegramos que hayáis conseguido el reconocimiento legal, eso sí, no hagáis leña del árbol caído en nombre de la progresía. Reconozcamos que la la familia es célula básica de nuestra sociedad que no se puede ignorar. Sed muy felices e intentad también vosotros ser tolerantes con los hetero, nosotros, los cristianos de Albalá, no tenemos el "síndrome de la diferencia", no somos homófobos, al contrario, creemos en el Dios Amor, en el Dios que ama la vida, que quiere la vida y que se manifiesta en cada hombre y mujer, en cada rostro y en cada acontecimiento, no como rival, sino como AMIGO. Además, donde está el Espíritu de Dios está la libertad, pero no la libertad de los pájaros, sino la libertad como capacidad responsorial, de responder cada día y de acoger a aquel que no piensa como nosotros, porque la "verdad es sinfónica" y eso no significa renunciar a nuestros principios, sino de enriquecerlos y de buscar aquello que realmente nos dignifica. Abramos la mente y el corazón.