Titulo. Sentido Del Hacer.
Pero no mires a quien..
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Frases · Seguir
18 h ·
Una mujer elegante se detuvo frente a un vagabundo. Él la miró con desconfianza. – ¡Vete de aquí! –gruñó el hombre.
Pero ella se quedó de pie, sonriendo.
– ¿Tienes hambre? –le preguntó.
–No –respondió él sarcásticamente–. Acabo de cenar con la reina. Ahora largo.
La mujer soltó una carcajada y tomó al vagabundo del brazo.
– ¿Qué hace? ¡Suélteme! –dijo él, molesto.
–Le estoy ayudando a levantarse –respondió ella.
Un policía se acercó.
– ¿Todo bien, señora? –preguntó.
– Sí oficial, solo quiero invitar a este señor a comer algo rico.
El policía miró al hombre y luego a ella.
– ¿Segura que quiere ir a comer con el viejo Facundo?
– Claro que sí.--- respondió la mujer emocionada.
El hombre intentó resistirse.
– ¡No quiero ir! –protestó.
El policía lo levantó con firmeza.
–Vamos, viejo, esta es una buena oportunidad para ti –le susurró al oído.
Con algo de dificultad, la mujer y el policía llevaron al hombre a la cafetería y lo sentaron en un rincón. El lugar estaba casi vacío.
El gerente se acercó, molesto.
– ¿Qué está pasando aquí, oficial?
-–Esta señora lo trajo aquí para que coma algo –respondió el policía.
El gerente cruzó los brazos.
– ¡Aquí no! Tener a alguien como él aquí es malo para mi negocio.
El viejo Facundo sonrió tímidamente.
–Señora, le dije que no quería venir. Me voy. –dijo.
La mujer se giró hacia el gerente y sonrió.
– ¿Conoce usted a la corporación CS y Asociados?
–preguntó ella con una sonrisa.
–Sí, claro –respondió el gerente–. Realizan importantes eventos aquí.
– ¿Gana bien con esos eventos? –preguntó la mujer.
–Con todo respeto, ¿qué tiene que ver eso? –contestó el gerente.
–Soy Clara, la compañía es familiar y actualmente soy la presidenta. - Dijo ella.
El gerente quedó paralizado.
–Oh, perdón, no sabía.. yo... disculpe –balbuceó.
La mujer sonrió.
–Pensé que eso cambiaría su actitud –dijo, mirando al oficial, quien apenas aguantaba la risa.
– ¿Le gustaría almorzar con nosotros, oficial? –preguntó ella.
–No, gracias. Estoy en servicio –respondió el oficial.
–Entonces, ¿la especialidad de la casa para llevar? –insistió ella.
–Sí, señora. Eso estaría bien –respondió el oficial.
El gerente, visiblemente avergonzado, salió rápidamente a traer el pedido.
El oficial observó y comentó:
–Usted lo ha puesto en su lugar.
–Esa no era mi intención –dijo ella–. pero si estoy aquí es por una buena razón.
Se sentó frente al viejo Facundo.
–Facundo, ¿te acuerdas de mí? –le preguntó.
Él la miró.
–No sé... –dijo–. Se me hace familiar.
–Hace muchos años, cuando tú eras mesero aquí vine una vez por esa misma puerta, muerta de hambre y frío –le explicó ella.
Al ver las lágrimas en sus ojos, el oficial se sorprendió.
–Estaba recién graduada, sin trabajo, y casi sin dinero. Se lo comenté a Facundo, mientras disfrutaba un sanguche y un café. Y él tuvo el hermoso gesto de pagarlo con sus propinas, para ayudarme ¡Sin conocerme!
– ¿Así que se volvió importante? –preguntó el viejo Facundo.
–Sí, con el tiempo encontré trabajo y, con esfuerzo y la ayuda de Dios, empecé mi propio negocio –respondió ella, sacando una tarjeta de su bolso–. Cuando termines aquí, quiero que vayas a ver al señor Ruíz. Estoy segura de que te conseguirá algo en la oficina. Y si lo necesitas, te daré un adelanto para que compres ropa y consigas un lugar donde quedarte.
– ¿Cómo voy a agradecerle? –preguntó Facundo, a punto de llorar.
–No me des las gracias. A Dios dale la gloria. Él me trajo hasta ti –respondió ella.
Antes de irse, la mujer se detuvo frente al oficial.
–Gracias por tu ayuda, oficial –dijo.
–Al contrario, señora –respondió él–. Gracias a usted, acabo de ver un milagro. Muchas gracias por el almuerzo.
Hoy quiero recordarte algo simple pero poderoso: la bondad siempre deja huella. Puede que no lo veas al principio, pero lo que ofreces a los demás, tiene una forma especial de regresar.
La mujer de la historia, recibió un pequeño gesto de Facundo, quien le compró algo de comida sin esperar nada a cambio. Ese simple acto, aunque él no lo sabía, significó mucho para ella. Y cuando ella triunfó, no olvidó lo que él hizo por ella. En la medida de lo posible, SÉ UNA BENDICIÓN PARA OTROS.
Haz el bien sin mirar a quien. Y no dudes del impacto de tus acciones. Tantas veces escuchamos a nuestros amigos, familiares o gente que se cruza en nuestro camino, quejándose por tener un mal día, una crisis, un problema. Es muy fácil juzgar y criticar al resto, o seguir de largo, sin detenerse a pensar en las luchas que enfrenta esa persona. Y realmente no cuesta nada darle buenos ánimos. No cuesta nada decir, "No estás solo, estoy aquí si me necesitas" No cuesta nada decir "Todo mejorará, pensemos juntos en una solución" No cuesta nada, escuchar y acompañar en silencio a quien necesita nuestra compañía, con un abrazo, o con compartir una taza de café. Hay muchas formas de ayudar a nuestro prójimo. Por eso, nunca subestimes el poder de un acto de bondad. No es de vivir en una Sociedad indigna del ver hacer. Por que lo, q, se, le entiende y se reproduce a los efectos de las realidades son buenísimas bondades,. Por, o casi siempre pensando en q no son ni serán ideales introducidos al perdido... Saludos. ... (ver texto completo)
Pero no mires a quien..
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18 h ·
Una mujer elegante se detuvo frente a un vagabundo. Él la miró con desconfianza. – ¡Vete de aquí! –gruñó el hombre.
Pero ella se quedó de pie, sonriendo.
– ¿Tienes hambre? –le preguntó.
–No –respondió él sarcásticamente–. Acabo de cenar con la reina. Ahora largo.
La mujer soltó una carcajada y tomó al vagabundo del brazo.
– ¿Qué hace? ¡Suélteme! –dijo él, molesto.
–Le estoy ayudando a levantarse –respondió ella.
Un policía se acercó.
– ¿Todo bien, señora? –preguntó.
– Sí oficial, solo quiero invitar a este señor a comer algo rico.
El policía miró al hombre y luego a ella.
– ¿Segura que quiere ir a comer con el viejo Facundo?
– Claro que sí.--- respondió la mujer emocionada.
El hombre intentó resistirse.
– ¡No quiero ir! –protestó.
El policía lo levantó con firmeza.
–Vamos, viejo, esta es una buena oportunidad para ti –le susurró al oído.
Con algo de dificultad, la mujer y el policía llevaron al hombre a la cafetería y lo sentaron en un rincón. El lugar estaba casi vacío.
El gerente se acercó, molesto.
– ¿Qué está pasando aquí, oficial?
-–Esta señora lo trajo aquí para que coma algo –respondió el policía.
El gerente cruzó los brazos.
– ¡Aquí no! Tener a alguien como él aquí es malo para mi negocio.
El viejo Facundo sonrió tímidamente.
–Señora, le dije que no quería venir. Me voy. –dijo.
La mujer se giró hacia el gerente y sonrió.
– ¿Conoce usted a la corporación CS y Asociados?
–preguntó ella con una sonrisa.
–Sí, claro –respondió el gerente–. Realizan importantes eventos aquí.
– ¿Gana bien con esos eventos? –preguntó la mujer.
–Con todo respeto, ¿qué tiene que ver eso? –contestó el gerente.
–Soy Clara, la compañía es familiar y actualmente soy la presidenta. - Dijo ella.
El gerente quedó paralizado.
–Oh, perdón, no sabía.. yo... disculpe –balbuceó.
La mujer sonrió.
–Pensé que eso cambiaría su actitud –dijo, mirando al oficial, quien apenas aguantaba la risa.
– ¿Le gustaría almorzar con nosotros, oficial? –preguntó ella.
–No, gracias. Estoy en servicio –respondió el oficial.
–Entonces, ¿la especialidad de la casa para llevar? –insistió ella.
–Sí, señora. Eso estaría bien –respondió el oficial.
El gerente, visiblemente avergonzado, salió rápidamente a traer el pedido.
El oficial observó y comentó:
–Usted lo ha puesto en su lugar.
–Esa no era mi intención –dijo ella–. pero si estoy aquí es por una buena razón.
Se sentó frente al viejo Facundo.
–Facundo, ¿te acuerdas de mí? –le preguntó.
Él la miró.
–No sé... –dijo–. Se me hace familiar.
–Hace muchos años, cuando tú eras mesero aquí vine una vez por esa misma puerta, muerta de hambre y frío –le explicó ella.
Al ver las lágrimas en sus ojos, el oficial se sorprendió.
–Estaba recién graduada, sin trabajo, y casi sin dinero. Se lo comenté a Facundo, mientras disfrutaba un sanguche y un café. Y él tuvo el hermoso gesto de pagarlo con sus propinas, para ayudarme ¡Sin conocerme!
– ¿Así que se volvió importante? –preguntó el viejo Facundo.
–Sí, con el tiempo encontré trabajo y, con esfuerzo y la ayuda de Dios, empecé mi propio negocio –respondió ella, sacando una tarjeta de su bolso–. Cuando termines aquí, quiero que vayas a ver al señor Ruíz. Estoy segura de que te conseguirá algo en la oficina. Y si lo necesitas, te daré un adelanto para que compres ropa y consigas un lugar donde quedarte.
– ¿Cómo voy a agradecerle? –preguntó Facundo, a punto de llorar.
–No me des las gracias. A Dios dale la gloria. Él me trajo hasta ti –respondió ella.
Antes de irse, la mujer se detuvo frente al oficial.
–Gracias por tu ayuda, oficial –dijo.
–Al contrario, señora –respondió él–. Gracias a usted, acabo de ver un milagro. Muchas gracias por el almuerzo.
Hoy quiero recordarte algo simple pero poderoso: la bondad siempre deja huella. Puede que no lo veas al principio, pero lo que ofreces a los demás, tiene una forma especial de regresar.
La mujer de la historia, recibió un pequeño gesto de Facundo, quien le compró algo de comida sin esperar nada a cambio. Ese simple acto, aunque él no lo sabía, significó mucho para ella. Y cuando ella triunfó, no olvidó lo que él hizo por ella. En la medida de lo posible, SÉ UNA BENDICIÓN PARA OTROS.
Haz el bien sin mirar a quien. Y no dudes del impacto de tus acciones. Tantas veces escuchamos a nuestros amigos, familiares o gente que se cruza en nuestro camino, quejándose por tener un mal día, una crisis, un problema. Es muy fácil juzgar y criticar al resto, o seguir de largo, sin detenerse a pensar en las luchas que enfrenta esa persona. Y realmente no cuesta nada darle buenos ánimos. No cuesta nada decir, "No estás solo, estoy aquí si me necesitas" No cuesta nada decir "Todo mejorará, pensemos juntos en una solución" No cuesta nada, escuchar y acompañar en silencio a quien necesita nuestra compañía, con un abrazo, o con compartir una taza de café. Hay muchas formas de ayudar a nuestro prójimo. Por eso, nunca subestimes el poder de un acto de bondad. No es de vivir en una Sociedad indigna del ver hacer. Por que lo, q, se, le entiende y se reproduce a los efectos de las realidades son buenísimas bondades,. Por, o casi siempre pensando en q no son ni serán ideales introducidos al perdido... Saludos. ... (ver texto completo)