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Y llegaron los 80. Nosotros, comenta Fulgencio, estabamos medianamente acomodados. Nuestros hijos, algunos estudiaban otros comenzaron a trabajar. En vacaciones no querian playa, querian su agosto en el pueblo. Habia un ambiente excepcional, no solo en las fiestas como ahora. Tenian sus baños, su futbol, la discoteca de "tio jose salero", citas en el bar de "la flor", migas en la casa de nuestra abuela deshabitada, recorrer las fiestas de los pueblos cercanos. En fin, creo que era un mes intenso para los jovenes. A Nuestros nietos, ahora les ocurre lo mismo, aunque ellos, creo yo, lo que más les atrae es esa seguridad y tranquilidad de la que no disponen en la capital. Y hasta ahora, jubilados, con nuestra casita ya terminada, nuestro huerto y las charlas con los paisanos. Esperando cada fin de semana para recibir a hijos y nietos.