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BRONCO: Cuando a finales de julio de 1968, llegué por primera...

Cuando a finales de julio de 1968, llegué por primera vez a El Bronco, me sorprendió la cantidad de pequeñas y elementales eras, que había en sus inmediaciones y que entonces se hallaban en plena faena de la trilla.
Me enteré que allí la mayoría de los vecinos que no tenían tierras apropiadas para el cultivo de cereales, les concedían todos los años, sembrar un trozo en la dehesa de la “Hojas del Bronco”, que les permitía tener su propia y pequeña explotación agraria.
Esta circunstancia me llamó la atención, pues aunque yo también soy originario de la provincia, por mi comarca estos cultivos eran generalmente latifundios, que pertenecían a propietarios habitualmente pudientes, que ya empleaban maquinarias agrícolas para estos menesteres, no conociendo que ningún obrero obtuviera su propia cosecha.
Averigüé que una vez concluida la faena de siega, que solían hacer la familia, acarreaban el cereal al pueblo; comenzando la labor de trilla al estilo tradicional.
Utilizaban generalmente una yunta de mulos, caballos, borricos o mixta (como en la fotografía) las que se enganchaba el "trillo" o “trilla” que arrastraban los animales, dando constantemente vueltas por la "parva" hasta que la mies se hallaba convenientemente molida. La yunta era guiada por el "trillador", que en la mayoría de los casos era la mujer o hijo/a del agricultor.
El trillo propiamente dicho, era una especie de tabla ancha y larga (0,80 x 1,80 m. aproximadamente), que en su parte inferior poseía varias sierras dentadas y gran cantidad de piedras de pedernal con filo. La parte superior era ocupada por el conductor, que debía guiar la yunta por los lugares donde el cereal estaba menos molido y de avivar el paso de las bestias; pero muchas veces, debido al calor y la monotonía, le entraba “galbana” quedándose adormilado, por lo cual tenían que ser espabilados por el padre o marido que era el encargado de voltear la parva, recoger, barrer, etc.
También era costumbre que durante la trilla del cereal el quedarse a dormir por las noches en la era, hecho que originaba amenas tertulias entre los vecinos hasta bien entrada la noche, fomentando una confraternización que ahora estimo deja mucho que desear.
Esta foto escenifica a dos recordados vecinos, que trillan acompañado de sus nietas en una escena tradicional de aquella época
Aunque el progreso es una evolución positiva de la sociedad, guardo buenos recuerdos de aquellos tiempos, con dosis de cierta nostalgia, como la luna del siguiente verso…
-“La lunita está triste porque en la era, en las noches de julio, nadie la espera”.
Saludos cordiales,