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Fachada
(PARTE 1ª DEL COMENTARIO: LA LUZ EN CABAÑAS…) Antes de proseguir o comenzar, según se mire, es llegada la hora de presentar disculpas a cualquier posible lector de estos comentarios, pues en sus líneas hay faltas ortográficas, de sintaxis, de dicción, giros indebidos, letras cambiadas, repeticiones de las mismas, otras faltan o sobran y palabras enteras con la misma problemática, etc., y, lo que es peor, que están ahí porque no han sido corregidas; unas por olvido o descuido, otras por falta de tiempo o simple dejación y, no pocas, por desconocimiento. Es por esto por lo que se debe pedir disculpas, no por las faltas en sí, sino por la falta, valga la redundancia, de atención que la no corrección pueda significar hacia el lector, al cual se ruega que ponga más atención sobre el contenido que reflejan que sobre la forma. Sin ánimo de justificación debe decirse que no le es exigido por el juez certificado alguno de estudios al testigo, sino que testifique y diga la verdad, y, de eso es de lo que se trata aquí: De dar testimonio de cómo se desenvolvía un pueblo olvidado en medio de las dificultades propias de las sociedades de una época determinada, y ello contado por quien fue testigo presencial de gran parte de los hechos relatados, no de escribir una obra literaria, ni mucho menos aprobar un examen de Lenguaje en Selectividad que, dicho sea de paso, a estas alturas en las que ya estamos más que seleccionados por la vida misma, el aprobado o el suspenso puede decirse que nos trae al pairo, aunque estemos a él.
Y ahora vayamos al tema que nos ocupa, que no es otro que hablar de la luz como sinónimo de electricidad o fluido eléctrico, tal como se ha utilizado siempre el término por todos aquellos pueblos y también en Cabañas del Castillo, como no podía ser de otra manera.
En cierta ocasión se escuchó contar, dolorosamente y con cierta impaciencia, a un viejo de aquellas tierras, y lo relataba respetuosamente aunque con cierta confusión mental, propia de la edad, que cuando dijo Dios aquello de: -“Hágase la luz”, la luz fue hecha y a la vez creó a Iberduero (hoy Iberdrola), para que se encargara de su distribución, más lo cierto es que Cabañas quedó a oscuras por las noches. Luego su Hijo afirmaría: “Yo soy la luz del mundo”, pero a pesar de que las expectativas de la saga familiar parece que estaban dirigidas a la iluminación total del Planeta, lo cierto es que en Cabañas se continuaba cenando a la luz de un candil de aceite, cuando no a la producida por las llamas de la lumbre, así que para él, la cosa no estaba tan clara, o al menos tan iluminada, como nos decían… “ ¡No sé, no sé!”, terminaba diciendo pensativamente.
Ante este pensamiento inconcluso de aquel hombre con más años que esperanza de ver la luz eléctrica en su pueblo y con una cierta confusión mental en cuestiones de iluminación, debemos añadir, por ser quizá un buen final a sus planteamiento, que el gran cantautor argentino Héctor Roberto Chavero Aramburo, más conocido como Atahualpa Yupanki (en quechua quiere decir “el que viene desde lejos para hablar”), habla cantando y en una de sus canciones titulada “Las Preguntitas”, que trata sobre las preguntas que un niño hace a su abuelo y a su padre sobre Dios, en la última estrofa concretamente dice: - ¿”Que Dios cuida de los pobres?.../ tal vez sí…, o tal vez no….,/ ¡pero es seguro que almuerza en la mesa del patrón!”.
Y probablemente estuviera en lo cierto Atahualpa y fuera seguro que tan importante Señor almorzara en la mesa del patrón, y éste, necesitado de gran cantidad de energía se quedó con toda, y aquél no pudo negársela, ni siquiera unos pocos vatios para Cabañas que continuó a oscuras por muchos años. Los almuerzos gratuitos suelen tener contrapartidas y servidumbres ineludibles para todos, dioses y humanos.
Poco a poco se fueron electrificando todos los pueblos de la redonda. A unos les llegó antes y a otros después, incluso algunos al principio sólo tuvieron electricidad durante unas horas por las noches –como ocurrió en Solana-, pero en todo caso se olvidaron de Cabañas. Como suele decirse popularmente, parece que de este pequeño pueblo se olvidó hasta Dios, que en definitiva es lo que trataba de expresar el viejo al que antes se ha hecho referencia, y desde luego, sí que lo hicieron las empresas eléctricas y la Administración; desde la lejana Administración Central hasta la Provincial y la más próxima a los municipios –teóricamente al menos- de la Diputación Provincial. Y mientras todos se olvidaban, sus habitantes desde la alturas donde vivían, divisaban por la noche en las poblaciones visibles a su alrededor luces eléctricas encendidas, y cuando alguien que no era del pueblo pernoctaba en el mismo, de inmediato le explicaban a qué población correspondían las mismas… “Aquellas luces que se ven allá, a lo lejos, con mucho resplandor, son de Cáceres, de por la plaza de toros, o por allí”. “Aquellas otras, un poco más a la izquierda, son de Sierra de Fuentes, un pueblo que está muy cerca de Cáceres, ya sabe”. “De Trujillo, que está a la mitad de camino, no se ve ninguna, pero mire el resplandor que sale hacia arriba de tantas luces como hay”. “Estás que se ven aquí, de frente, son de Jaraicejo”. Luego bajaban la voz y acababan diciendo: “Esas que están ahí, a un paso, son las de Retamosa”. Pausa. “Nosotros como no las tenemos no nos ve nadie desde ningún sitio. Si las tuviéramos, con lo altos que estamos nos vería medio mundo... No, aquí no nos pica la curiana” (*). Ellos las veían todas, incluso las de Retamosa, a sólo3 kms sobre la línea visual, pero ellos no las tenían.
(*) Esta curiosa frase, referida a la altura en la que se enclava Cabañas, irónica y enfáticamente expresada “no, aquí no”, la introducían en cualquier conversación siempre que podían. Tiene su origen en la cría de los polluelos. Si éstos al nacer se quedaban en el suelo, el calor de la mamá clueca no era suficiente para compensar la humedad y el frío de la tierra, por lo que morían fácilmente. Por la mañana cuando la señora regresaba del gallinero: -“Esta noche la puta curiana a picao a cinco pollinos y están más tieso que un ajo. Velaquí (he aquí)”. Decía mostrando los animales arrecidos. La señora había visto los cadáveres rodeados de curianas, como llamaban a las cucarachas, pues se movían en bandadas entre los excrementos de las gallinas, y las hacía responsables por picadura de la mortandad de los pollitos. A la noche siguiente metía a éstos y a la clueca en un cesto con paja y los ponía en alto “donde no subiera la curiana”, y ya no morían más. La seguridad de la altura les había salvado. Esa es precisamente la implicación psicológica que contenía dicha frase, pues es indudable que este pueblo siempre debió sentir desde siempre cierta seguridad por vivir en lo alto de una montaña. Seguridad que expresaban a la menor oportunidad y con la que, de alguna manera, trataban de compensar otras deficiencias, aunque no dejaba de reflejar también resignación, y eso no era muy positivo.
Hecha la anterior aclaración, diremos que no obstante, de vez en cuando, todos los entes citados, como por una especie o arte de iluminación astral, les volvía la memoria y se acordaban momentáneamente de que existía Cabañas, llegando entonces con el brazo extendido y la palma de la mano hacia arriba para recaudar prebendas, impuestos, contribuciones, recargos y demás… a lo que sus escasos habitantes, aunque pobres en extremo, respondían como cualquier otro español y con el mismo tipo de moneda o especie, en su caso. Incluso, cuando les fue exigido, contribuyeron con lo mejor que tenían, con sus propios hijos, pues en torno a una docena de hombres, proporción muy elevada teniendo en cuenta el número de habitantes, se vio en las trincheras de la Guerra Civil pegando tiros para uno u otro lado; los primeros –los de, para uno- forzosos, obedeciendo al engaño impuesto por la fuerza, y los segundos –los de, u otro lado- voluntarios, obedeciendo a la fuerza impuesta por el engaño. Pero como los flashes astrales son pasajeros al poco volvían los olvidos y nadie se dio, o nadie se quiso dar, cuenta que Cabañas estaba a oscuras en pleno siglo XX, cuando ya las tecnologías, entre otras: Eléctrica, electrónica, informática y robótica, aunque incipientes estas dos últimas, habían permitido al animal humano pisar la luna y regresar. Claro que era fácil de comprender que anduvieran olvidados y no se percataran de las oscuridades, ya que...../.... ... (ver texto completo)
(MÉDICOS, MEDICINAS Y REMEDIOS, 5ª Y ÚLTIMA PARTE).-
Si la herida era pequeña, como erosiones o pequeñas incisiones, el remedio más a mano era orinar sobre la misma y se la dejaba al aire. Si la cosa era más seria se solía colocar un vendaje oclusivo con una simple tira de trapo que se quitaba y volvía a colocar tantas veces como se orinase, hasta conseguir la cicatrización. Si sangraba demasiado y no había trapo a mano, se buscaba una telaraña y se aplicaba hasta conseguir la coagulación de la sangre y que dejara de sangrar.
Eran frecuentes los pinchazos, sobre todo entre los jarales, pues las jaras secas tronzan dejando afiladas ajugas que se clavan al menor contacto y además se infectan con mucha facilidad por lo que estos “garranchazos”, requerían un tratamiento especial. Para ello, cuando se mataba el cerdo para hacer la matanza se le extraía la verga completa, la cual se solía colgar del postigo de la puerta de entrada a la casa o cualquier estaca clavada en la pared exterior, próxima a dicha puerta, y se dejaba secar. Cuando se producían los citados “garranchazos” con las jaras, se procedía a extraer de la verga, ya seca, la grasa y materia interior, la cual se aplicaba sobre la herida producida por el pinchazo y a continuación se vendaba, repitiendo la operación varias veces hasta la total curación. También se utilizaba la hiel del cerdo de la misma manera y para el mismo fin.
Si como consecuencia de la importancia de la herida o de las prácticas curanderas fallidas se producía una infección demasiado severa, tras de haber hecho todo cuanto era posible, se acudía al médico, quien primero con sulfamidas y después con antibióticos trataba de reparar el daño. (Los primeros antibióticos que llegaron por estas tierras, allá a mediados de los años 50, eran unas cajas con tres tarros de polvo y tres ampollas con agua estéril para inyectar, cuyo nombre comercial era Acucilina 3x300).
Los huesos rotos no se tocaban en absoluto. Se limitaban a coger al fracturado y montarlo en una caballería para llevarlo hasta Deleitosa, pueblo situado más allá de Retamosa y a 15 kms de Cabañas, donde el tío Antolín se encargaba en un momento de colocar debidamente los huesos, inmovilizándolos a continuación con cartones colocados a su alrededor y fijados con un hiladillo, que venía a sustituir a la actual escayola. El tío Antolín fue un hombre tan famoso como hábil en este campo, pues fueron muchos los huesos que reparó en todos aquellos pueblos y otros más lejanos, y como siempre que alguien hace algo siendo su ciencia o saber desconocidos por lo demás aparece la dimensión teológica, la gente decía que “tenía gracia” para ello, queriendo significar que había recibido algún don divino, lo que él negaba rotundamente, explicando que sus conocimientos sobre huesos los había aprendido viendo los de aquellos animales que sacrificaba y descuartizaba para su venta, pues era carnicero.
Cataplasmas de mostaza, ventosas, sanguijuelas, agua de Carabaña, aceite de ricino- utilísimo éste para purgarse la población en general al llegar todas las primaveras-, perejil -utilizado a manera de “la píldora del día después”-, tisanas de todo cuanto podía ser hervido, Zotal cuando apareció en el mercado –es un desinfectante fortísimo usado en ganaderías y establos, si bien aquí se usaba directamente sobre las heridas e infecciones de las personas, tales como oídos que supuraban, etc., … Se podría seguir conformando indefinidamente un listado de remedios o medicinas caseras, pues los había para todo y para todos. Unos sólo utilizaban plantas con principios activos que la Química sintetizaría más tarde para fabricar algunas medicinas actuales, otros eran inocuos, otros conseguían su objetivo por el simple efecto placebo, algunos eran simples barbaridades derivadas del desconocimiento, y, no pocos, entre todos ellos, merecerían un profundo estudio psicológico.
Si hechos todos los remedios naturales disponibles, no se conseguía la curación, aún quedaba otra solución, otro remedio, al que la inmensa mayoría de las veces que se llegaban a estos extremos acudían las mujeres desde su posición de madres, esposas, hermanas… y eran las rogativas y promesas al Santo o Virgen de su devoción. En Cabañas concretamente acudían siempre en primera instancia a la Patrona, La Virgen de la Peña y si por cualquier causa no resolvía favorablemente, en apelación recurrían a la cercana de Guadalupe, que era gran hacedora de toda clase de milagros, todo ello a cambio de promesas y hábitos que vestían durante meses o años, mientras el marido bufaba y juraba en arameo, pues una de las servidumbres del hábito era la abstinencia carnal mientras se llevara el mismo; mas, si alguien dijo en cierta ocasión que “París bien vale una misa”, por qué una curación milagrosísima no iba a valer un hábito… y lo demás, por duro que fuera el demás. Claro que lo auténticamente duro y puñetero era cuando a mitad del tiempo con el hábito puesto el enfermo dejaba de percibir la vibraciones milagrosas y “estiraba la pata” o “amanecía con la risa del conejo”, como solían decir, y encima había que terminar el tiempo de hábito y abstinencia para no enojar al Santo en cuestión, cosa que no se le solía ocurrir pues en general la palabra dada era ley, pero si se producía algún desliz, cosa normal pues aunque gente dura y firme no eran de piedra, y el Santo se enojaba, de inmediato la mujer afectada sacaba su condición de hembra carpetovetónica y con un simple pareado ponía las cosas –y al Santo también- en su sitio al instante: “Santo que rezándole está enojao, con no rezarle se está acabao”. Replicando el marido con la alegría que cabía, dadas las circunstancias, reflejada en el rostro: “Pos eso, a ver si encima de cornús, apaleaos”. Se cambiaba el hábito por el luto riguroso, que no tenía servidumbres tan rígidas, y se metía al primero en un baúl donde acababa comido por la polilla y olvidado, pues para lo que había valido no merecía mejor trato.
Por hoy es suficiente. Sólo resaltar cuánta sabiduría popular implican estas pequeñas cosas transmitidas de generación en generación a través de siglos, pero estas pequeñas cosas de estos pequeños pueblos, sean tal vez las que los hacen diferentes, entrañables y acogedores, casi tanto como sus propios habitantes. ... (ver texto completo)
(MÉDICOS, MEDICINAS Y REMEDIOS, 4ª PARTE).-
necesario se hacía un vendaje para que no se cayeran. También se aplicaba manteca de cerdo, aceite de oliva, miel y en ocasiones, cuando las ampollas se reventaban, bicarbonato sódico.
Tisanas de malva, orégano, higos secos, culantrillo y otras hiervas, se usaban contra la tos, los catarros y las afonías, y contra éstas, además, gárgaras con agua caliente y miel, aunque el remedio estrella para estas dolencias era leche muy caliente con miel y coñac, ... (ver texto completo)
(MÉDICOS, MEDICINAS Y REMEDIOS, 3ª PARTE).-
“al bicho” se le alimentaba con diversos productos. No faltó quien introdujera en el conducto auditivo unas finas tiras de jamón, si lo había, o tocino que era más corriente.
El niño ha crecido, y un buen día la madre observa que “está más colorao que un pavo” debido a tener tan alta la fiebre que a poco saldría ardiendo, presentando además unas pintas por alguna parte del cuerpo. Era fácil deducir que había llegado el sarampión. ¡A la cama!, tapado hasta la cabeza con todas las mantas que hubiera para que sudara hasta el imposible; de esa forma “brotaría el sarampión” –salampión era la palabra habitualmente usada-, y nada, ¡absolutamente nada de agua!, pues ésta hacía subir la fiebre. De paso, si el niño tenía más hermanos, iban todos juntos con él a la cama, tratando de que todos lo pasaran al mismo tiempo, aunque no siempre se conseguía el deseado contagio… Dos, tres, cuatro días después se escuchaba doblar las campanas y alguien de inmediato decía: “eso es el muchacho de fulano, que se ha joío con el salampión, que este año viene con mala leche”. ¡Pero hombre!, con buena o mala leche, con ese tratamiento consistente en sudar como un segador y beber menos que una estatua de piedra, muere cualquiera por deshidratación, que realmente era lo que causaba una gran mortandad entre los pequeños cuando pillaban esta enfermedad.
Si se trataba de que al niño se le “inflaban” los lados del cuello, justo debajo de la mandíbula inferior, había cogido las paperas, -parotiditis-, en cuyo caso se le daban frecuentes friegas con manteca de cerdo sobre las partes inflamadas. Y si en lugar de tener el mal en el cuello se rascaba el culillo como un obseso, se le atascaba de hierbabuena o su tisana, pues eran las lombrices las responsables y, si no cesaba en su afán rascador, se le purgaba a fin de provocar la evacuación total del intestino con la esperanza de que los molestos parásitos salieran al exterior por arrastre.
Ante la presencia de fiebre persistente e intermitente sin poderla achacar a una enfermedad concreta –solían llamarlas tercianas-, alguien iba al monte a buscar la planta “Hiel de la tierra”, se cocía debidamente y se daba al niño a beber la tisana, normalmente acompañada de algún cachete, pues se negaba en redondo a tomarla ya que su amargor es muy grande y el azúcar no andaba demasiado sobrado. Si la fiebre no remitía se podía recurrir a la semilla de la retama. Unos cuantos granos hervidos o comidos directamente, aguantando su extremo amargor, también podían aliviar al calenturiento. Estos remedios valían para todas las edades. Algunas personas mayores llevaban estas simientes en el bolsillo y las comían de vez en cuando como preventivo.
Si a un niño, o a cualquier otra persona adulta, le salían verrugas en las manos, pies o cualquier otra parte del cuerpo, se solía utilizar leche de higuera, pero también se iba por los caminos hasta encontrar “un curato”, que no era otra cosa que un pequeño artrópodo de unos 3 ó 4 cms de longitud, de color muy negro, de ahí que por similitud con el color de la sotana de los curas se le aplicaran ese nombre, (los chicos solían jugar con ellos tratado de que emitieran un pequeño sonido que hacían cuando se encontraban en peligro, a la vez que les repetían una y otra vez, en plan letanía: “cura, curato, sino me cantas la misa te mato”. Cosas de niños). Una vez atrapado “el curato”, se procedía a descabezar la verruga y destripar al bicho y con la materia que salía, del mismo color que su aspecto, se impregnaba la susodicha verruga. Había otro método, no se sabe si más eficaz pero sí más limpio. Consistía en coger tantas hojas de olivo como verrugas se tuvieran y esconderlas, formando cruces, en el hueco de una pared alejada, lugar por donde el verrugoso no debía de pasar en un número determinado de viernes. Si alguien pasaba por allí antes que se cumpliera el plazo fijado en función del número de verrugas, éstas le saldrían a él y le desaparecerían al enfermo. Este método sería muy limpio, pero tenía su parte de mala leche, pues trataba que exotéricamente las verrugas se las llevara el vecino. Venía a ser como echar un mal de ojo, sólo que aquí era de verruga.
Cuando salía un bultito en uno o más párpados, eran orzuelos. Sólo había que coger la llave de la puerta de la casa, aquellas llaves que eran de hierro de 20 cms de longitud, incluso más largas, con un peso de entre 200 y 500 gramos, calentarlas y aplicar la parte del aro sobre el ojo. Repitiendo la operación varios días, solía remitir el orzuelo.
Los sarpullidos eran frecuentes en niños y adultos por la dificultad de conservar debidamente los alimentos o comer frutos excesivamente verdes, por ejemplo; ante esta contingencia hervían la hierba llamada Sanguinaria y el afectado tenía que beber la tisana durante varios días estando en ayunas; con ello intentaban purificar la sangre para que desapareciera el sarpullido. Simples ronchas que picaban, presentadas de forma aislada, no se las prestaba mayor atención, pues podían ser picaduras de pulga, así que con rascarla un poco y mojarla con saliva, todo arreglado. Si la roncha era debido a la picadura de una avispa, se tomaba un poquito de tierra y con saliva se hacía barro que se aplicaba sobre la picadura para que se aliviara por el frescor de éste.
Un árbol muy útil en estos asuntos de los remedios era la higuera, se aprovechaba hasta su sombra como después veremos. Sus higos, una vez secos, servían para curar furúnculos o diviesos. Se tomaba el higo seco y se le abría por la mitad aplicando su parte interna sobre el bulto en cuestión y se le sujetaba con un vendaje. Se repetía la operación varios días hasta conseguir que se reventase el furúnculo. La leche de higuera, aparte de ser utilizada para curar las verrugas cuando no se localizaba un “curato”, tenía una aplicación muy curiosa por parte de los chicos. Éstos, al comienzo de la pubertad, trataban de eliminar o paliar sus fimosis en grupo, siempre guiados por otros mayores que ya habían pasado la prueba y hacían de maestros. Para ello los novicios, siguiendo sus doctos consejos, se colocaban a la sombra de citado árbol y arrancando hojas o higos verdes, con la leche que exudaban se embadurnaban la punta del prepucio y la parte visible del pequeño glande. La fimosis no solía desaparecer por virtud de la leche higueruna, sino cuando llegaba su momento y con las técnicas o prácticas adecuadas, si bien, el pene terminaba rojo como un tomate, inflamado del tamaño de un pepino y escociendo como si le hubieran aplicado las ascuas de una fragua, lo que obligaba a los chavales a salir corriendo y lavarse con el primer agua que encontraban, que normalmente era algún bebedero de las gallinas. A este respecto los chicos comentaban mucho una duda que surgía entre ellos en buena lógica, según su lógica claro, y era que si ellos se aplicaban la leche de higuera para curar su fimosis o virginidad, como también la llamaban, pues los mayores les decían que perder la fimosis era como perder la virginidad, con qué se darían las chicas para perder la suya, ya que nunca se las veía acercarse a las higueras. Esto era algo que les intrigaba mucho, pues los mayores tampoco se lo aclaraban debidamente, entre otras causas porque una cosa es presumir por no tener fimosis y haber cruzado algún que otro meridiano y otra muy distinta “haber cruzado el Ecuador”, cosa que con catorce o quince años, por aquellas calendas, aún les quedaba bastante para hacerlo, pues no pocos había que, incluso, al regresar del Servicio Militar, lo más que habían cruzado era el río Almonte para regresar al pueblo. Al cabo de muchos años, cuando se proyectó la película Titánic, la actriz que encarna a Kate Winslet en su ancianidad, en un momento determinado decía que el corazón de toda mujer es un pozo de profundos secretos. Tal vez de eso se tratase y lo tuvieran en profundo secreto, pues jamás ninguna de ellas abrió la boca sobre el particular cuando eran preguntadas, a no ser para dar ¡cuenta a la maestra! de “los guarros de los muchachos”, por lo que hasta el día de hoy continua el asunto siendo un misterio. Fin de la investigación. Quién sabe si quizá algunos de aquellos chicos, que ya no lo son tanto, aún continúen con la intriga.
Los tratamientos para las quemaduras consistían en machar distintas hierbas, entre ellas manzanilla romana y carquesa para aplicarlas directamente sobre la zona chamuscada. Si era................//////..... ........ ... (ver texto completo)
(MÉDICOS, MEDICINAS Y REMEDIOS, 2ª PARTE).-
aproximadamente-, a los que parió ella sola en su choza, sin ayuda de nadie, mientras su marido estaba cuidando el ganado en los montes. Estos hijos aún viven en su mayoría, son ya todos ellos de edad avanzada, pero viven, por lo que pueden ser fieles testigos de lo que aquí se afirma y que puede parecer inverosímil en nuestro días, cuando desde el momento mismo de la concepción, la mujer es tratada, cuidada y guiada por tocólogos, ginecólogos y psicólogos ... (ver texto completo)
(MÉDICOS, MEDICINAS Y REMEDIOS, 1ª PARTE).-
Pueda darse fe sin lugar el equívoco de la dureza física y salud a prueba de bombas de los hombres y las mujeres de Cabañas del Castillo, (y ahora sí me estoy refiriendo al municipio completo: Solana, Retamosa, Roturas y Cabañas propiamente dicho, pues este tema afectaba por igual a todos ellos), tal vez proporcionada por la Naturaleza como compensación a su modo espartano de vida, pero a la vez sana alimentación –escasa, pero era sana¬-, mantenida durante ... (ver texto completo)
Sra/sta. Sobrado Rubio, Liliana. Estimada paisana, si me lo permite, pues al fín nuestras raíces son geográficamente comunes. La distancia no es más que algo circunstancial: He estado viendo sus fotos de Solana y como puede comprender no me son desconocidas, no obstante me he alegrado mucho verlas, pues hace tiempo que no paso por allí.

El motivo de este correo es decirla lo siguiente: La invito a entrar en el pueblo de Deleitosa (tal vez lo haya hecho y todo esto sobre), pues en el mismo aparecen ... (ver texto completo)
Sr. Castillo: Respondiéndo a su mensaje sobre la persona que busca a sus familiares de apellido RUIZ desde Argentina, en lo que a mi respecta puedo decirleque mi abuela MARÍA JOSEFA RUIZ GARCÍA, nació el 26 de noviembre de 1898, que sus padres eran Melchor Ruiz Montes (natural de Solana) y Manuela García Nuñez del mismo pueblo. Tuvieron tres hijas, mi abuela que era la mayor, luego venía Dolores Ruiz García que murió en 1966 y estaba casada con Juan Díaz Gonvevo (tuvieron una hija llamada Juana Diaz ... (ver texto completo)
Sr. Castillo: Leí su respuesta a mi mensaje y me emocionaron mucho sus palabras, ya que es verdad lo que dice respecto al dolor que se lleva para siempre por haber tenido que dejar su pueblo, familia y amigos en pos de una vida mejor. Pero ellos me transmitieron el amor por su tierra y si bien no pudieron nunca regresar yo siempre sentí la necesidad de rendirles un homenaje y de volver a unir a la familia separada por un océano pero que se mantenía unida por el sentimiento y por las cartas como única ... (ver texto completo)
Sra/sta. Sobrado Rubio, Liliana. Estimada paisana, si me lo permite, pues al fín nuestras raíces son geográficamente comunes. La distancia no es más que algo circunstancial: He estado viendo sus fotos de Solana y como puede comprender no me son desconocidas, no obstante me he alegrado mucho verlas, pues hace tiempo que no paso por allí.

El motivo de este correo es decirla lo siguiente: La invito a entrar en el pueblo de Deleitosa (tal vez lo haya hecho y todo esto sobre), pues en el mismo aparecen ... (ver texto completo)
(PARTE III DEL COMENTARIO “CAMINOS, CORREOS Y TELÉFONOS”).
estar en ese preciso instante en la central de teléfonos de su localidad a fin de celebrar la conferencia.
Al día siguiente la señora Z se encontraba en teléfonos un poco antes de la hora indicada, hora a la que también acudía al teléfono de Cabañas el señor X, y comenzaba la espera. Espera que sería exactamente igual de larga para ambos comunicantes, que podían sentarse en un banco de madera que a tal fin había en todos los locutorios ... (ver texto completo)
(PARTE II DEL COMENTARIO “CAMINOS, CORREOS Y TELÉFONOS”).
Juntas, el de Las Corchas, el de La Vega y el del puente de El Conde, todos ellos en ruinas. Es indudable que nuestros antepasados aprovechaban al máximo la energía de la que disponían.
Estas comunicaciones terrestres fueron las únicas que unieron a Cabañas con sus alrededores desde su fundación poco después de la mitad de la Edad Media –entre los años 1100 y 1200-. (Debe entenderse al decir fundación el momento en que pasa a manos de ... (ver texto completo)
(PARTE I DEL COMENTARIO “CAMINOS, CORREOS Y TELÉFONOS”).
Corrían los primeros años de la segunda mitad del siglo XIII cuando Alfonso X de Castilla, llamado el Sabio, vendió Cabañas a Trujillo con la condición de que el castillo fuera derribado y conservar el patronazgo de las iglesias, las cuales constituían la Real Abadía de Cabañas del Castillo. Por ello era obligado que las vías de comunicación entre unas y otras poblaciones pasaran, o partieran que a la sazón viene a ser lo mismo, por la sede ... (ver texto completo)
(TERCERA PARTE COMENTARIO LA CAZA….) Por si fuera poco aparecieron las escopetas semiautomáticas, con capacidad de cinco cartuchos, incluso más. El poder adquisitivo de la población en general subió y quien más quien menos se compró la escopeta que le permitiera “practicar este deporte”, y en nombre del deporte se “abrasaba” todo cuando se ponía delante de la boca de fuego sólo con tal de dar gusto al gatillo. Por otro lado, por los mismos años se generalizó la utilización del DDT en todos los campos, ... (ver texto completo)
Sr. Castillo: Leí su respuesta a mi mensaje y me emocionaron mucho sus palabras, ya que es verdad lo que dice respecto al dolor que se lleva para siempre por haber tenido que dejar su pueblo, familia y amigos en pos de una vida mejor. Pero ellos me transmitieron el amor por su tierra y si bien no pudieron nunca regresar yo siempre sentí la necesidad de rendirles un homenaje y de volver a unir a la familia separada por un océano pero que se mantenía unida por el sentimiento y por las cartas como única ... (ver texto completo)
señor castillo: he leído con mucho interés sus publicaciones sobre las costumbres de otros tiempos en cabañas del castillo y alrededores, ya que mis abuelos vivían en solana de cabañas y siempre contaban cosas de su pueblo al que jamás olvidaron a pesar de haber venido a la argentina, que es desde donde le escribo. tuve la dicha de poder visitar españa en dos oportunidades y de visitar solana en compañía de los familiares que tengo allí y en verdad me pareció un lugar lleno de paz y mágico con un ... (ver texto completo)
Señora o señorita Sobrado Rubio, Liliana.- Es un placer leer sus palabras y saber que las gentes de aquellos pequeños pueblos como Solana, Cabañas, Retamosa, Roturas, Navezuelas y tantos otros se han extendido por diversas partes del mundo, indudablemente en busca de una vida mejor, lo que es altamente admirable y meritorio, tanto por la aventura que supone ir a países desconocidos como por el dolor que lleva implícito dejar a la tierra, la familia y amigos que nos vieron nacer y nos cobijaron, pero ... (ver texto completo)
(SEGUNDA PARTE DEL COMENTARIO “La escuela en Cabañas”).- cayendo las piedras por la ladera abajo casi hasta las mismas obras. Los vecinos del pueblo contribuyeron al acarreo de los materiales con sus burros y en poco tiempo quedó levantada la nueva escuela anexada a la, también nueva vivienda, de la maestra, la cual fue inaugurada por la citada Asunción. Esta escuela, también tenía la calefacción por brasero, sólo que aquí la mesa tenía faldas y no se divisaban las piernas de la maestra, por lo que ... (ver texto completo)
señor castillo: he leído con mucho interés sus publicaciones sobre las costumbres de otros tiempos en cabañas del castillo y alrededores, ya que mis abuelos vivían en solana de cabañas y siempre contaban cosas de su pueblo al que jamás olvidaron a pesar de haber venido a la argentina, que es desde donde le escribo. tuve la dicha de poder visitar españa en dos oportunidades y de visitar solana en compañía de los familiares que tengo allí y en verdad me pareció un lugar lleno de paz y mágico con un ... (ver texto completo)
(TERCERA PARTE COMENTARIO LA CAZA….) Por si fuera poco aparecieron las escopetas semiautomáticas, con capacidad de cinco cartuchos, incluso más. El poder adquisitivo de la población en general subió y quien más quien menos se compró la escopeta que le permitiera “practicar este deporte”, y en nombre del deporte se “abrasaba” todo cuando se ponía delante de la boca de fuego sólo con tal de dar gusto al gatillo. Por otro lado, por los mismos años se generalizó la utilización del DDT en todos los campos, ... (ver texto completo)