(PARTE 1ª DEL COMENTARIO: LA LUZ EN CABAÑAS…) Antes de proseguir o comenzar, según se mire, es llegada la hora de presentar disculpas a cualquier posible lector de estos comentarios, pues en sus líneas hay faltas ortográficas, de sintaxis, de dicción, giros indebidos, letras cambiadas, repeticiones de las mismas, otras faltan o sobran y palabras enteras con la misma problemática, etc., y, lo que es peor, que están ahí porque no han sido corregidas; unas por olvido o descuido, otras por falta de tiempo o simple dejación y, no pocas, por desconocimiento. Es por esto por lo que se debe pedir disculpas, no por las faltas en sí, sino por la falta, valga la redundancia, de atención que la no corrección pueda significar hacia el lector, al cual se ruega que ponga más atención sobre el contenido que reflejan que sobre la forma. Sin ánimo de justificación debe decirse que no le es exigido por el juez certificado alguno de estudios al testigo, sino que testifique y diga la verdad, y, de eso es de lo que se trata aquí: De dar testimonio de cómo se desenvolvía un pueblo olvidado en medio de las dificultades propias de las sociedades de una época determinada, y ello contado por quien fue testigo presencial de gran parte de los hechos relatados, no de escribir una obra literaria, ni mucho menos aprobar un examen de Lenguaje en Selectividad que, dicho sea de paso, a estas alturas en las que ya estamos más que seleccionados por la vida misma, el aprobado o el suspenso puede decirse que nos trae al pairo, aunque estemos a él.
Y ahora vayamos al tema que nos ocupa, que no es otro que hablar de la luz como sinónimo de electricidad o fluido eléctrico, tal como se ha utilizado siempre el término por todos aquellos pueblos y también en Cabañas del Castillo, como no podía ser de otra manera.
En cierta ocasión se escuchó contar, dolorosamente y con cierta impaciencia, a un viejo de aquellas tierras, y lo relataba respetuosamente aunque con cierta confusión mental, propia de la edad, que cuando dijo Dios aquello de: -“Hágase la luz”, la luz fue hecha y a la vez creó a Iberduero (hoy Iberdrola), para que se encargara de su distribución, más lo cierto es que Cabañas quedó a oscuras por las noches. Luego su Hijo afirmaría: “Yo soy la luz del mundo”, pero a pesar de que las expectativas de la saga familiar parece que estaban dirigidas a la iluminación total del Planeta, lo cierto es que en Cabañas se continuaba cenando a la luz de un candil de aceite, cuando no a la producida por las llamas de la lumbre, así que para él, la cosa no estaba tan clara, o al menos tan iluminada, como nos decían… “ ¡No sé, no sé!”, terminaba diciendo pensativamente.
Ante este pensamiento inconcluso de aquel hombre con más años que esperanza de ver la luz eléctrica en su pueblo y con una cierta confusión mental en cuestiones de iluminación, debemos añadir, por ser quizá un buen final a sus planteamiento, que el gran cantautor argentino Héctor Roberto Chavero Aramburo, más conocido como Atahualpa Yupanki (en quechua quiere decir “el que viene desde lejos para hablar”), habla cantando y en una de sus canciones titulada “Las Preguntitas”, que trata sobre las preguntas que un niño hace a su abuelo y a su padre sobre Dios, en la última estrofa concretamente dice: - ¿”Que Dios cuida de los pobres?.../ tal vez sí…, o tal vez no….,/ ¡pero es seguro que almuerza en la mesa del patrón!”.
Y probablemente estuviera en lo cierto Atahualpa y fuera seguro que tan importante Señor almorzara en la mesa del patrón, y éste, necesitado de gran cantidad de energía se quedó con toda, y aquél no pudo negársela, ni siquiera unos pocos vatios para Cabañas que continuó a oscuras por muchos años. Los almuerzos gratuitos suelen tener contrapartidas y servidumbres ineludibles para todos, dioses y humanos.
Poco a poco se fueron electrificando todos los pueblos de la redonda. A unos les llegó antes y a otros después, incluso algunos al principio sólo tuvieron electricidad durante unas horas por las noches –como ocurrió en Solana-, pero en todo caso se olvidaron de Cabañas. Como suele decirse popularmente, parece que de este pequeño pueblo se olvidó hasta Dios, que en definitiva es lo que trataba de expresar el viejo al que antes se ha hecho referencia, y desde luego, sí que lo hicieron las empresas eléctricas y la Administración; desde la lejana Administración Central hasta la Provincial y la más próxima a los municipios –teóricamente al menos- de la Diputación Provincial. Y mientras todos se olvidaban, sus habitantes desde la alturas donde vivían, divisaban por la noche en las poblaciones visibles a su alrededor luces eléctricas encendidas, y cuando alguien que no era del pueblo pernoctaba en el mismo, de inmediato le explicaban a qué población correspondían las mismas… “Aquellas luces que se ven allá, a lo lejos, con mucho resplandor, son de Cáceres, de por la plaza de toros, o por allí”. “Aquellas otras, un poco más a la izquierda, son de Sierra de Fuentes, un pueblo que está muy cerca de Cáceres, ya sabe”. “De Trujillo, que está a la mitad de camino, no se ve ninguna, pero mire el resplandor que sale hacia arriba de tantas luces como hay”. “Estás que se ven aquí, de frente, son de Jaraicejo”. Luego bajaban la voz y acababan diciendo: “Esas que están ahí, a un paso, son las de Retamosa”. Pausa. “Nosotros como no las tenemos no nos ve nadie desde ningún sitio. Si las tuviéramos, con lo altos que estamos nos vería medio mundo... No, aquí no nos pica la curiana” (*). Ellos las veían todas, incluso las de Retamosa, a sólo3 kms sobre la línea visual, pero ellos no las tenían.
(*) Esta curiosa frase, referida a la altura en la que se enclava Cabañas, irónica y enfáticamente expresada “no, aquí no”, la introducían en cualquier conversación siempre que podían. Tiene su origen en la cría de los polluelos. Si éstos al nacer se quedaban en el suelo, el calor de la mamá clueca no era suficiente para compensar la humedad y el frío de la tierra, por lo que morían fácilmente. Por la mañana cuando la señora regresaba del gallinero: -“Esta noche la puta curiana a picao a cinco pollinos y están más tieso que un ajo. Velaquí (he aquí)”. Decía mostrando los animales arrecidos. La señora había visto los cadáveres rodeados de curianas, como llamaban a las cucarachas, pues se movían en bandadas entre los excrementos de las gallinas, y las hacía responsables por picadura de la mortandad de los pollitos. A la noche siguiente metía a éstos y a la clueca en un cesto con paja y los ponía en alto “donde no subiera la curiana”, y ya no morían más. La seguridad de la altura les había salvado. Esa es precisamente la implicación psicológica que contenía dicha frase, pues es indudable que este pueblo siempre debió sentir desde siempre cierta seguridad por vivir en lo alto de una montaña. Seguridad que expresaban a la menor oportunidad y con la que, de alguna manera, trataban de compensar otras deficiencias, aunque no dejaba de reflejar también resignación, y eso no era muy positivo.
Hecha la anterior aclaración, diremos que no obstante, de vez en cuando, todos los entes citados, como por una especie o arte de iluminación astral, les volvía la memoria y se acordaban momentáneamente de que existía Cabañas, llegando entonces con el brazo extendido y la palma de la mano hacia arriba para recaudar prebendas, impuestos, contribuciones, recargos y demás… a lo que sus escasos habitantes, aunque pobres en extremo, respondían como cualquier otro español y con el mismo tipo de moneda o especie, en su caso. Incluso, cuando les fue exigido, contribuyeron con lo mejor que tenían, con sus propios hijos, pues en torno a una docena de hombres, proporción muy elevada teniendo en cuenta el número de habitantes, se vio en las trincheras de la Guerra Civil pegando tiros para uno u otro lado; los primeros –los de, para uno- forzosos, obedeciendo al engaño impuesto por la fuerza, y los segundos –los de, u otro lado- voluntarios, obedeciendo a la fuerza impuesta por el engaño. Pero como los flashes astrales son pasajeros al poco volvían los olvidos y nadie se dio, o nadie se quiso dar, cuenta que Cabañas estaba a oscuras en pleno siglo XX, cuando ya las tecnologías, entre otras: Eléctrica, electrónica, informática y robótica, aunque incipientes estas dos últimas, habían permitido al animal humano pisar la luna y regresar. Claro que era fácil de comprender que anduvieran olvidados y no se percataran de las oscuridades, ya que...../....
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