En 1674, la crisis económica dio lugar a una polémica sobre cómo debía repararse la
iglesia de la localidad, que amenazaba
ruina como consecuencia de su
antigüedad y de los recios temporales que se habían producido. Poco antes de esto, en 1660 se había hundido la
ermita de Nuestra Señora y tuvieron que reconstruirla los vecinos con las limosnas.