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Julián Besteiro
Madrid 1870-Carmona 1940

Julián Besteiro nació en Madrid en el año 1870, en el seno de una familia de clase media. La desahogada situación económica de sus padres, que regentaban un pequeño negocio de ultramarinos, les permitió enviar a su hijo a estudiar a la Institución Libre de Enseñanza. En este centro, verdadera vanguardia de la experimentación y renovación pedagógicas en España, Besteiro conoció a algunos de sus mejores amigos y profesores, entre los cuales destaca Manuel Bartolomé Cossío, con quien trabará una gran amistad.

En 1887 inició sus estudios de Filosofía en la Universidad Central de Madrid. De esta época cabe destacar su relación con Nicolás Salmerón, que se convertiría en un importante referente y que le introduciría en la militancia política de la mano del Partido Unión Republicana, fundado en 1902.

Tras obtener la licenciatura en Filosofía, y tras unos años de profundizar en el estudio de la Psicología Experimental, Besteiro opositó -y obtuvo- la plaza de Catedrático de Filosofía en un instituto de Orense, primero, y en otro de Toledo, poco después. En esta última ciudad, Besteiro se presentaría a las elecciones municipales de 1903, logrando el puesto de concejal por el partido republicano de Salmerón.

A partir de entonces, los intereses filosóficos y psicológicos y la vocación política se desarrollan paralelamente. En 1908 se produce la escisión lerrouxista del partido republicano, que Besteiro secundó afiliándose al nuevo Partido Radical Republicano. Ese mismo año le fue concedida una licencia de estudios en Alemania que empleó para estudiar durante tres años la filosofía kantiana y preparar su tesis doctoral. También descubrió en esa época la doctrina marxista y conoció los vivos debates entre el reformismo bersteiniano y la ortodoxia de Kaustky, situándose junto a este último. La formación marxista le llevó a alejarse del radicalismo burgués y a acercarse al socialismo, movimiento en el que militaría al volver a España.

Su vuelta a Madrid, en 1911, se precipitó por una convocatoria de oposiciones para la Cátedra de Lógica en la Universidad de Madrid a las que se quería presentar. En noviembre de ese año obtenía el Doctorado en Filosofía y a principios de 1912 aprobaba la citada oposición. Pocos meses después se producía la afiliación al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y a su sindicato hermano, la Unión General de Trabajadores (UGT).

Su carrera en las organizaciones socialistas fue ciertamente meteórica. En 1913 era elegido concejal de la conjunción republicano-socialista en Madrid, dos años después de su afiliación entraba en el Comité Nacional del PSOE, y en 1916 ya era el número dos de una jerarquía que encabezaba, en el partido y el sindicato, Pablo Iglesias.

Sin embargo, su aparición en la vida política nacional no se produjo hasta 1917, en que tuvo una decisiva intervención en el organización de la Huelga General. Esta huelga, acordada entre UGT y la CNT, iba a ser la expresión última de un malestar progresivo entre diversos sectores sociales (obreros empobrecidos por la inflación producida por la Guerra Mundial; militares disconformes con la política africanista del gobierno; nacionalistas catalanes molestos por el rechazo a cualquier proyecto de autonomía, y un descontento latente entre los republicanos ante la decadencia de la Restauración y el turno dinástico), pero escapó del control de la ejecutiva socialista a raíz de una huelga ferroviaria en Asturias, cuya brutal represión precipitó la convocatoria de la Huelga General con el objetivo de derrocar el régimen político existente y convocar unas Cortes Constituyentes.

Esa movilización fracasó ostensiblemente, pero fue el pistoletazo de salida del proceso de descomposición del sistema canovista que habría de culminar en la proclamación de la República en 1931. Los responsables políticos de la Huelga (Besteiro, Largo Caballero, Anguiniano y Andrés Saborit) fueron procesados en consejo de guerra y encarcelados, aunque en mayo 1918 las nuevas Cortes decretaban su amnistía. En las elecciones a esas Cortes, habían obtenido escaños seis dirigentes del PSOE: Iglesias, Prieto y los miembros del Comité de Huelga, Besteiro entre ellos.

Esas Cortes, y las siguientes, fueron el principal escenario de la actividad política de Besteiro en los últimos años del parlamentarismo dinástico. Los efectos políticos y económicos indirectos de la Guerra Mundial en España, así como la drástica decadencia de los partidos garantes de la estabilidad del régimen, el partido conservador y liberal, en beneficio de la oposición republicana, socialista y nacionalista, abrió un proceso de descomposición del modelo político en que descansaba la Restauración que se tradujo en una enorme inestabilidad política y social, en el desgaste que sufrieron los partidos dinásticos como consecuencia de su política de concentración nacional y en la reacción antidemocrática de la oligarquía dominante, que suspendió en repetidas ocasiones las garantías constitucionales. En este contexto, las intervenciones de Besteiro como diputado de la minoría socialista siempre se encaminaron hacia la denuncia de la corrupción y ausencia de libertad, de las injusticias cometidas desde el poder y contra la arbitrariedad de los gobernantes. Uno de los episodios en que su forma de hacer política fue más visible fue ante el desastre del Annual y el conflicto de Marruecos, cuando exigió responsabilidades rigurosas y fue uno de los principales promotores de la investigación parlamentaria que se llevó a cabo.

En 1923, el general Primo de Rivera dio el golpe de gracia al turnismo con el golpe de Estado y la posterior instauración de la dictadura. En este nuevo contexto de represión y autoritarismo, llama la atención que, mientras las organizaciones obreras y opositoras en general fueron prohibidas y perseguidas duramente, el PSOE y la UGT gozaron de una cierta permisividad del régimen, de forma que Largo Caballero llegó a ser consejero de Estado en esta etapa.

Besteiro no fue hostil a esa tolerancia del poder hacia las organizaciones socialistas. Como se dijo anteriormente, desde poco después de su afiliación se había convertido en el virtual líder del socialismo español ante los cada vez más frecuentes achaques de Pablo Iglesias. Cuando éste falleció, en 1925, Besteiro se hizo con las riendas del partido y el sindicato, y desde su posición de liderazgo defendió siempre la importancia de participar en todas las instituciones, legítimas o no, que permitieran la expresión de la lucha de clases y las demandas del proletariado. Ello le situó enfrente de un sector cada vez más numeroso que veía en la participación socialista un colaboracionismo y un soporte a la dictadura que había que evitar. En 1929, cuando la Dictadura ofreció a la UGT la posibilidad de entrar en la futura Asamblea Nacional Constituyente, los comités nacionales del PSOE y el sindicato rechazaron la propuesta, contra la opinión de Besteiro. Fue el primer enfrentamiento del presidente socialista con los sectores más radicales de su partido.

En 1930, tras la dimisión de Primo, empezó a tomar forma la alianza republicana contra la Monarquía. La participación o no del movimiento socialista en esa alianza, de marcado carácter burgués, también dividió profundamente a las organizaciones: Besteiro defendía una participación que no desdibujara el carácter proletario del PSOE y la UGT; mientras otros dirigentes, como Largo, apostaban por involucrarse sin matices en el pacto republicano.

Esa polémica acabó provocando la dimisión de Besteiro como presidente de UGT y PSOE cuando, el 22 de febrero, las direcciones del partido y el sindicato rechazaron su propuesta de canalizar su colaboración con el Comité Revolucionario republicano burgués a través del presidente socialista, y aprobaron designar a dos interlocutores con plena libertad para comprometer al movimiento socialista dentro de Comité. Ello significaba, de hecho, la sumisión del movimiento socialista y proletario español a una alianza republicana esencialmente burguesa, y así lo entendió Besteiro al renunciar a su cargo.

Junto con la acción política en la presidencia, Besteiro desarrolló una importante producción teórica sobre socialismo y marxismo, y no abandonó su docencia en la Universidad, de la que sus compañeros y alumnos guardan muy buenos recuerdos del profesor eficaz, distinguido y recto que era Don Julián.

En las elecciones municipales de abril de 1931, que precipitaron la proclamación de la República, Besteiro fue elegido concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Meses más tarde, asumía la presidencia de las Cortes Constituyentes, cargo que ejercería entre 1931 y 1933 con mucho acierto y no pocas dificultades, a juzgar por la opinión generalizada de prensa y parlamentarios.

A partir de 1933, coincidiendo con el triunfo de las derechas en las elecciones y la constitución del gobierno radical-cedista, el movimiento socialista, influido por la experiencia rusa, inició un proceso de radicalización que lo llevó a alejarse del parlamentarismo y de las instituciones republicanas. Julián Besteiro se situó siempre en contra de esta radicalización, apostando por la legalidad constitucional y el respeto a las formas democráticas. Otros sectores, agrupados en las Juventudes Socialistas esencialmente y representados en el Partido por Francisco Largo Caballero, desconfiaban de la lealtad de las derechas gobernantes y se marcaron como objetivo tomar el poder a través de una Revolución social proletaria, siguiendo el modelo soviético.

En julio de 1934, Largo forzaba la retirada de la minoría socialista del Parlamento, contra la opinión de Besteiro y De los Ríos, principalmente. Sin embargo, el máximo exponente de esta bolchevización fue la Revolución de Octubre de ese mismo año, que ocasionó un grave enfrentamiento entre Besteiro y la dirección del PSOE, respaldada por los sectores más radicales. Esta polémica, en que Besteiro apostó decididamente por fortalecer las instituciones republicanas y mantenerse dentro de las reglas democráticas, le supuso una pérdida muy importante de prestigio entre cierta militancia socialista.

La revolución fracasó en la práctica totalidad del territorio nacional. Sólo en Cataluña, donde el presidente de la Generalidad proclamó la independencia y fue apresado por el Ejército, y en Asturias, donde los obreros se hicieron con el control de los medios de producción y del poder, tuvo un cierto éxito, aunque fue reprimida con dureza. La insurrección, tal y como había previsto Besteiro, sólo sirvió para fracturar la sociedad española y fortalecer a los sectores más reaccionarios que propugnaban una "solución autoritaria" a la crisis.

La crispación social fue acompañada por un clima de división y enrarecimiento en el seno del socialismo español. Las discusiones entre los partidarios de Besteiro y los elementos más radicales a propósito de la Revolución derivaron en un durísimo enfrentamiento abierto entre los sectores más moderados (centristas y besteiristas), con fuerza en UGT; y los núcleos caballeristas, que controlaban la Ejecutiva del PSOE y las Juventudes. El pulso entre revolucionarios y moderados se desarrolló muy intensamente hasta el año 1936 en el campo de la acción política (en la que Largo vetó la vuelta a la Cámara contra la opinión del resto de sectores), de la propaganda y el debate teórico (Araquistáin y Baráibar, entre los caballeristas; Saborit, Mario de la Coca y el propio Besteiro entre los moderados, desarrollaron una verdadera guerra editorial desde publicaciones afines que llevó al socialismo al borde de la quiebra), e incluso degeneró en episodios de violencia contra los líderes moderados, como el propio Besteiro.

Cuando se produjo el Alzamiento fascista, y al contrario que muchos políticos republicanos, Besteiro declinó todas las invitaciones que se le hicieron desde el Gobierno para abandonar el país y permaneció en Madrid, argumentando que "creo mi deber acompañarles [a los madrileños] en las circunstancias difíciles en que actualmente se encuentran y las que todavía les esperan verosímilmente". Aparte de eso, y en consonancia con su desacuerdo con la línea desarrollada por el Partido Socialista, abandonó cualquier cargo y actividad en el partido y se limitó a trabajar por la defensa de Madrid; primero desde el Comité de Reforma, Reconstrucción y Saneamiento de Madrid, y posteriormente, cuando Cataluña cayó y las instituciones republicanas había naufragado (Azaña había dimitido como Presidente y el gobierno dependía cada vez más de los comunistas), a través del Consejo Nacional de Defensa, negociando la rendición de la capital e intentando evitar un derramamiento de sangre en la toma nacionalista de Madrid.

Su actuación en el CND, que desconoció la autoridad del agonizante gobierno de Negrín en el tramo final de la guerra, ha provocado dudas sobre una lealtad a la República que en ese momento era incontestable. La situación era que en Madrid, los responsables militares de la zona veían con temor la deriva comunista de un gabinete que ya no era constitucional y lo consideraban un lastre para negociar con los nacionalistas una rendición con las mejores condiciones posibles. Por ello, el general Casado, responsable militar del Centro, negoció con partidos y sindicatos madrileños (IR, UGT, PSOE, agua, CNT, etc.) la participación en el CND y solicitó a Besteiro que apoyara al Consejo para evitar bajas innecesarias, a lo que éste accedió. Tras algunos enfrentamientos armados con organizaciones comunistas, el Consejo se hizo con el control de Madrid y negoció la rendición de la capital a las tropas franquistas. Cuando llegaron éstas, Besteiro les esperó y, una vez más, rehusó huir.

Tras el fin de la guerra, Besteiro fue juzgado y sentenciado a cadena perpetua por un tribunal militar. Tanto en la farsa de juicio que se le organizó como en las sucesivas cárceles que recorrió, mantuvo la dignidad, la rectitud y el compromiso con los principios y los ideales que había defendido durante toda su vida. Falleció el día 27 de septiembre por una negligencia médica, en la prisión de Sevilla. A pesar de las dificultades que pusieron las nuevas autoridades para enterrarlo, dos obreros consiguieron llegar hasta el ataúd del político y pensador socialista. Uno de ellos, poniendo una mano sobre el féretro, afirmó sencillamente: "Este hombre ha muerto por nosotros". Y difícilmente podían haberle hecho un mejor, y más sentido homenaje; y difícilmente podía haberse hecho una síntesis más breve, y más fiel, a lo que Julián Besteiro, el lord marxista, "el hombre de la víspera y del día después", el aficionado a nadar contra corriente, el socialista, el marxista, el filósofo, pero sobre todo, el hombre austero, recto y profundamente comprometido con los problemas de su tiempo, significó y significa.