Es la Doaldi, o la viajera, que traía a la gente de los Madriles y el periódico cada día. La vuelta era horrorosa, todos nos mareábamos por los Guadarranques. Recuerdo todavía su olor a plástico (hule) y a vómitos. Algunas carreteras no estaban asfaltadas cerca del Puente del Arzobispo y el polvo entraba como si estuvieras en el oeste y llegábamos a Madrid como los molineros.