La que no corría, ni apenas andaba, era aquella carroza funeraria (de segunda mano) que compró en
Sevilla el
Ayuntamiento para llevar los muertos al entonces lejano
cementerio de la Serena.
Al final, quedó aparcada en una
calle por falta de clientes, y los vecinos del
barrio se fueron a quejar al alcalde porque les daba mal fario.
¿Os acordáis?
Abro con ello una ronda de recuerdos.