Por otra parte, en este
barrio hay que destacar la
casa nº13, que fue ocasionalmente la residencia veraniega de los Duques de Alba, y posteriormente, a finales del siglo XVIII fue la «Casa de Contratación de la Seda», donde se recogía, se clasificaba, se pesaba y se vendía a distintos compradores. Las producciones que no se entregaban en esta casa, se vendían a otros
mercados por arrieros del
pueblo o forasteros.
La
calle Oscura comunica el "Barrio la
Huerta" con la calle Llana nuevamente donde vamos a contemplar dos de las muchas
casas señoriales que obstenta la villa como son la Casa del Almotacen y la Casa de los Carvajales.
La Casa del Almotacén se corresponde con el nº14 y era la vivienda del almotacén, del árabe almohtaçeh, persona oficialmente encargada de comprobar la exactitud de las pesas y medidas utilizadas por los comerciantes. En cuanto a pesos se utilizaba el marco de
Toledo y para medidas, el pote de
Ávila y la vara de
Burgos. En su
fachada se destaca: El
arco de granito de la
puerta de entrada, la simbología dibujada en la fachada: un jarrón, un pavo real, un perro y una estrella de seis puntas. El
balcón con suelo en granito y barandilla de forja y dos inscripciones Cesar Ramón / Ana Maria
En la función de esta vivienda se registran datos muy importantes en: Pesos, medidas económicas, productos que se comercializan, fluctuación de los precios en los productos conforme a la mayor abundancia o escasez de las cosechas e introducción de otros productos: patatas, pimiento, maíz… etc.
Los símbolos dispuestos en la
esquina superior derecha de la fachada, al lado del balcón, están estrechamente relacionados con el cristianismo.
Jarrón de Lirios: Normalmente representado con tres
flores, esta representación hace referencia a la pureza y la castidad, atributos asociados a la
Virgen María.
Pavo Real: Perdiendo su plumaje cada año, por esta cualidad, el pavo real esta relacionado con la resurrección.
Perro: Imagen muy repetitiva en cualquier tipo de pintura, representa el ámbito hogareño y la tranquilidad.
En cuanto a la introducción de nuevos productos, al principio del siglo XVIII comienza la pérdida de los castañares por una enfermedad en los
castaños ‘la tinta’. A mediados de este siglo, estaban totalmente arrasados los castañares y con ello la economía, sobre todo en
Garganta la Olla que dependía, casi exclusivamente, de este producto.
Ante este evento se introduce una plantación secular de moreras y con ella la cría del gusano de seda, que ya por el año 1760 superaba las dos mil libras de seda en producción. Estos datos tan significativos dan idea de la importancia del cultivo de la morera en las fechas referidas y aún más por la prontitud y facilidad en incorporarse al folklore laboral Garganteño.
Al principio del siglo XX decae esta actividad para dar paso al cultivo del tabaco y pimiento para pimentón. Este casi va a desaparecer en la década de 1970 en favor del
cerezo y, posteriormente, del frambueso.