GARROVILLAS

Habitantes: 2.280  Altitud: 327 m.  Gentilicio: Garrovillanos/as 
Hoy amanece en GARROVILLAS a las 09:17 y anochece a las 19:06
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Situación:

Garrovillas de Alconétar se encuentra en la vía de comunicación que une el Norte con el Sur, la llamada “Vía de la Plata”, en el kilómetro 187 de la carretera N- 630, entre las ciudades Cáceres y Plasencia, se encuentra el desvío que, a tan sólo 9 kilómetros, nos adentra en este municipio.

Ayuntamiento:

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DIRECCIÓN:
Plaza de la Constitución 1.

TELEFONOS:
Teléfonos: 927 30 90 02 / 927 30 90 69
Fax: 927 30 95 38

Monumentos:

Plaza de la Constitución

Considerada como una de las 12 plazas mayores de España. Este increíble conjunto arquitectónico se compone de casas flanqueadas de dos plantas, con soporte en columnas de granito y arquerías de ladrillo. Las casas más antiguas fueron construidas en el siglo XV, de trazado gótico, aunque con muy clara influencia mudéjar. La plaza completa consta de 65 arcos y unos 103 ventanales. Tiene una dimensiones de más de 4000 m2, de trazado rectangular, con cinco accesos de entrada. La plaza está considerada Monumento Histórico- Artístico de Interés Nacional. En las fiestas de San Roque es utilizada como coso taurino.

Iglesia de San Pedro Apóstol

Fue construida en el siglo XV, de sillería y estilo románico y gótico. Del románico podemos destacar las ventanas en forma de aspilleras, que podemos ver en la fachada principal, también es sabido que fue un templo fortaleza. Del gótico debemos destacar los rosetones que encabezan las naves laterales así como sus bóvedas y arquerías. La portada que hoy sirve de acceso al templo es considerada la parte más antigua, está enmarcada por un recuadro del que sobresalen tres escudos: el del centro con un jarrón de azucenas, a la derecha e izquierda los escudos de armas de los señores de la villa, los Condes de Alba de Liste. Esta majestuosa obra de arquitectura está compuesta de tres naves, en la central se encuentra un hermoso retablo renacentista, ambos de los siglos XVII y XVIII, respectivamente. A los pies de la nave central se encuentra el coro y un órgano del siglo XVIII.

A los pies de la nave del evangelio se encuentra una pila bautismal construida en granito, de una sola pieza y estilo románico.

Iglesia de Santa María de la Consolación

Su construcción comenzó hacia 1494, concluyendo ésta en el 1520. Perteneciente al gótico final, de una sola nave. Consta de tres puertas, dos de ellas se aprecian desde el exterior, y una de ellas en el interior del templo tras realizarse obras en 1768. La puerta principal está compuesta por arcos de medio punto, con arquivoltas de bolas. La puerta norte, también con arco de medio punto y arquivoltas molduradas, con una hornacina en la parte superior que acoge una imagen de Alabastro de la Virgen de las Nieves, de estilo gótico que da nombre a esta puerta. En el interior del templo se aprecian tres tramos de bóveda de crucería, sobre arcos escarzanos y apuntada la Capilla Mayor.

A los pies del templo podemos contemplar el coro, que da origen a una bóveda casi plana y en el cual encontramos un órgano considerado el más antiguo de la Península Ibérica, y el tercero más antiguo del toda Europa.

Convento de las Monjas Jerónimas

El convento se construyó sobre una casa señorial del siglo XVI. Sus fundadores fueron D. Diego Suárez y D. Fernando Enríquez, hijo del primer Conde de Alba de Liste. Lo primero que fue construido del Convento fue la capilla, más tarde para su ampliación se tomó posesión de las dos casas contiguas.

La fachada está construida de sillería granítica con falsa cal en algunos tramos, siendo las ventanas y el arco de la puerta principal de medio punto.

Hoy en día sigue habitado por la Orden de las Monjas Jerónimas dedicadas a sus labores religiosas y a fabricar dulces que son muy valorados en toda la comarca.

Palacio de los Condes de Alba de Liste

Fue fundado por Don Enríquez, se construyó en el siglo XV, es de estilo renacentista con influencias mudéjares, está compuesto por cuatro cuerpos, tres de piedra de granito y uno de pizarra vista.

Fue lugar de residencia de los Condes de Alba de Liste que llegaron a la villa en el siglo XV procedentes de la provincia de Zamora.

Para su transformación en Hospedería en el año 1990 pasa a ser propiedad de la Junta de Extremadura y en 1997 se realizan sus obras de rehabilitación con un presupuesto de 213 millones de pesetas, pasando a convertirse en Hospedería Puente de Alconétar.

Convento San Antonio de Padua

El convento está enclavado en las cercanías de la villa y fue fundado en 1476, en época de los Reyes Católicos. En su parte exterior, se contempla un escudo de armas de la casa de Alba de Liste, y en su parte inferior se encuentra labrada la figura de Don Enrique Enriquez, con drogal al cuello.

La iglesia es con bóveda de crucería de estilo renacentista.

La sacristía consta de una pequeña nave con una bella cúpula renacentista sobre pilastras cuadradas de pizarra y ladrillo. Sus paredes doradas con pinturas al fresco. El claustro del convento, de purísimo y sobrio estilo renacentista. La parte baja del claustro con pilares cuadrados de sillería granítica rematados con tres arcos de medio punto a cada lado sobre los que corre una galería superior de cinco columnas de orden toscazo en cada ala.

Santuario Nuestra Señora de Altagracia

Está situada en una meseta de geología granítica, en el paraje conocido como la dehesa de Villoluengo, a unos 5 km de la N – 630 la Ruta de la Plata.

El edificio es de estilo gótico. Existe en la ermita algún añadido neoclásico como la espadaña, incluso vestigios de arquitectura moderna en los soportales.

La aparición de la Virgen se produce en los albores de la reconquista, aunque en el época visigoda, entre vestigios de poblados celtíberos y romanos, según una versión popular, una pastorcilla vio junto a unas peñas, la resplandeciente imagen de una mujer, vestida de negro según unos y de blanco según otros, que es la que ha prevalecido, que dijo se la Virgen María de Altagracia. La niña corrió a contar a sus padres la noticia, cuando volvieron, hallaron una talla de la virgen en el mismo lugar en el que se le había aparecido a la pequeña. Trajeron la imagen al pueblo, pero desapareció misteriosamente y fue hallada otra vez en el mismo lugar en que se apareciera por primera vez. Cuantas veces se repitió el traslado, otras tantas ocurrió el misterioso prodigio, por lo que respetando el que pareciera ser el deseo de la Virgen, decidieron construir una ermita en el lugar.

Fiestas:

Las fiestas propias de Garrovillas, alguna de ellas ya fenecidas a pesar de haber tenido un notable esplendor, siguen el tiempo y el ritual de las conmemoraciones agrícolas de todos los pueblos. Son fiestas que anuncian las estaciones del año, los ritos religiosos y las cosechas.

Así comienzan por San Antón -17 de enero- cuando se ha recolectado la aceituna; continúan con San Blás, claro anuncio de la primavera; San Roque, recogido el cereal en las trojes; y, cuando el invierno se aproxima, las ferias de ganado.

En Garrovillas, San Antón tiene dedicada una ermita, que preside el barrio de Cantarranas, próximo a las charcas. La Cofradía es la más popular y se la conoce con el nombre de "Hermandad de San Antón", designándose a los componentes como "sanantoneros". La víspera de la fiesta recorre las calles un "sanantonero" aporreando la tambora, con un son compuesto de tres golpes pausados seguidos de otros tres a ritmo más rápido.

Los chiquillos que acompañan la comitiva canturrearán al ritmo de los golpes: "pon, pon, pon/la tambora de San Antón".

Es el comienzo de la fiesta que continuará en la misma víspera con el paseo de la Hermandad en pleno, acompañada de la tambora, la gaita y el tamboril y en armonía entre el trago, el buen humor y entre canciones de este tenor:

"Tiene una cochínita l la Hermandad de San Antón l que para beber por ella l hay que quitarle el tapón l San Antón l San Antón l hay que quitarle el tapón".

Lo de la "cochinita" alude al cuero de vino que los "sanantoneros" manejan con generosidad. Por la noche se quema una monumental "minaria" -hoguera- para lo cual clavan en tierra un gran madero que se cubre con escobas, retamas, maderas viejas y toda suerte de trastos que suministran los vecinos. Durante la fantástica llamarada, no cesa la música de tamboril. El día de la fiesta se celebra una procesión festiva y jaranera. Durante el recorrido cuelgan de las andas del Santo, chorizos, buches y todo género de embutidos, que luego serán subastados con objeto de financiar los gastos de la fiesta y de la Hermandad.

Así como San Antón es la fiesta de los hombres, San Blas, pocos días después, es del dominio casi exclusivo de las mujeres. San Blas y San Blasino o los San Blases, como se les conoce, con la oportunidad para despedir el invierno, vestir los atuendos tradicionales y comer el "bollu" y el "chorizu". Y así se dirá en la original habla garrovillana: "Primero jebreru/ segundo candeleru/ Bras terceru/ Brasinu festeru".

El día de San Blas -3 de febrero- escoltan la procesión las mozas y las niñas, vestidas de "serrana", atuendos que volverán a lucir en el paseo de la tarde, que ha quedado como reminiscencia de la antigua romería a la desaparecida ermita de San Blas que se alzaba en la dehesa de Villasbuenas. Por esta razón el paseo se hacía por el camino a la fuente de la Madroña para regresar por la Peña de la Vista.

Durante el paseo hace su aparición la "vaca romera", que no es otra cosa que un hombre disfrazado de vaca, que pone el espanto entre los pequeños y júbilo entre los mayores. La "vaca romera" va provista de una especie de alforjas, en las que suele llevar confituras con las que paliar el susto de la chiquillería. A cambio, la "vaca romera" recibirá morcilla, patatera y otro género de embutidos o golosinas. Y así asustando a unos, divirtiendo a todos, haciendo sonar el campano, tiznando la cara a los jóvenes, transcurre la tarde, antes de que comiéncen los bailes. El día siguiente -el de San Blasino- está consagrado a comerse el "bollu" y el "chorizu". Con este motivo se organizan jiras, antes con carros y caballerías enjaezadas, en las que la única o principal vianda es el "bollu", pan especial con anís, con forma de ave, en el que se introduce un chorizo, a ser posible de lomo, y un huevo, de forma que la masa, el chorizo y el huevo se cuezan al mismo tiempo. Los mozos entonaban entonces aquellas músicas cuyas letras decían: "cuando paso por tu puertas el dia de San Blasínul llevo el jocíco pringau l por el bollu y el chorizu l pá que no diga tu pairí l que estoy lampando y jambrientu l pá que no diga tu mairi l que de verte me mantengu...

Llega el verano, ha terminado la siega, los granos están en la troje, y los garrovillanos pensaban y piensan en la gran fiesta, San Roque o los Toros, que año tras año reproducen el reencuentro entre los que continúan y los que emigraron. El escenario es la Plaza Mayor, convertida en coso para capeas desde hace varias centurias. Las talanqueras, los carros, la jaula de maderos, la empalizá, las costanas, los rehiletes, los soplillos, son los ingredientes del juego con los toros. Toros que fueron los pioneros de cuantos se celebran en la región, regalo de los Duques a sus súbditos tras el pago de los diezmos e impuestos.

Habría que hablar de otras tradiciones desaparecidas. De las "lloronas" que tuvieron fama y que se encuentran recogidas en tratados de costumbres populares. Eran mujeres que, previo pago de un estipendio, acompañaban el velatorio de los muertos con gritos y lloros profesionales.

También de aquellas otras que compendiaron Moisés Marcos de Sande y Simón Herrera. Pequeñas, hasta insignificantes leyendas y tradiciones pero que constituyen la mejor demostración de la idiosincrasia de Garrovillas de Alconétar. Junto a la leyenda de Floripes, de Altagracia y del Cristo de las Injurias, la de la ermita de San Bartolomé, la del Cristo del Humilladero, la historia de personajes legendarios como el Chico de Cabrera o el Parro; las tradiciones ingenuas de los carbones de San Lorenzo, las Peñas de la Jilandera, del Soldado o del Bolsicu; las supersticiones o la larga historia de los curanderos garrovillanos.

Costumbres:

Lo peculiar de Garrovillas de Alconétar, es decir, lo que le es propio y le diferencia en mayor o menor medida de otras localidades, es su dialecto, son sus tradiciones, sus fiestas o, incluso, las leyendas. Todo ello conforma un modo de ser y de comportarse muy peculiar hasta formar la personalidad del garrovillano, heredero de los habitantes de Garro y de Alconétar, pero con notables adherencias judaicas y musulmanas.

Hasta hace algunos años, una de las notas más identificadoras del carácter garrovillano era precisamente su modo de hablar. Aún hoy se conservan modos fonéticos, frases y dichos tan singulares que diferencian claramente al garrovillano del resto del habla extremeña.
El habla de Garrovillas es uno de los enclaves más conservadores del asturleonés en la región de Extremadura y se ha mantenido con mayor vitalidad, incluso entre los jóvenes, que en otras localidades cercanas.

Garrovillas es igualmente pueblo rico en refranes y sentencias, en buena parte recopiladas, que muestran la sabiduría popular, así como la riqueza de las tradiciones rurales.

Historia:

Orígenes

Para enteder la historia más remota de Garrovillas es preciso situar al viajero en el territorio del amplio lago (pantano de Alcántara) Que se extiende a derecha e izquierda de la carretera que une Cáceres y Plasencia y del que emerge la torre de Floripes.

Es necesario, igualmente, que retenga, siquiera con brevedad, estos nombres: Alconetar, El puente Mantible; La vía de la Plata, Garro y, finalmente, Garrovillas de Alconetar. Pues ocurre, para decirlo claramente, que la actual Garrovillas era en principio, en la Baja Edad Media, una aldea, que tomó importancia cuando a ella se trasladaron los habitantes de Alconétar, al ser destruida esta población en tiempos de Moros y Cristianos. Así nació Garrovillas de Alconétar, heredando el fuero y el territorio de esta última que llegaba hasta el Puerto de los Castaños y englobaba lo que se conoce por los Cuatro Lugares. Alconétar se hizo célebre gracias a un puente -Puente Mantible- construido por los romanos sobre la Vía de la Plata, venta que enlazaba Mérida con Astorga. El puente Alconétar significa en árabe "el segundo puente" o "puentecillo", según otras versiones se erigió junto a un primitivo poblado ibérico, que los romanos debieron bautizar con el nombre de Turmulus. Añadamos, además, que cerca de allí y ya bajo las aguas del lago, yacen las ruinas de unos célebres dólmenes monumentos funerarios de la Edad de Piedra, conocidos por la Era de Garrote. Por último, recordemos en esta brevísima presentación de los nombres que nos son familiares a los garrovillanos, que, a finales del siglo X, los árabes construyeron una torre o atalaya como defensa del enclave, que es la que emerge de las aguas, como recuerdo al menos de una bellísima leyenda que sirvió, además, para que don Pedro Calderón de la Barca escribiera una comedia caballeresca bajo el rótulo de "La Puente Mantibie". Es la historia de una torre encantada, cuyo puente, que era el único acceso, guardaba un gigante. Este es el territorio y el enclave de la historia que más adelante referiremos. Un territorio que los garrovillanos de media edad recuerdan, antes de que las aguas en 1969 inundaran los vestigios más queridos: los dólmenes de Garrote, el antiguo poblado romano (Turmulus), y antes que la torre o castillo de Alconétar quedara anegado por las aguas o que el puente Mantible, el puente romano, fuera trasladado piedra a piedra hasta el final del lago, en término municipal aún de Garrovillas de Alconétar, pero próximo ya a Cañaveral.

Los Dólmenes de Garrote

En una publicación de la Real Academia de la Historia de 1899 se contiene el siguiente relato: "Ocurrió que mandó en 1874 un vecino de Garrovillas a un criado que destruyera, para hacer un corral para guardar vacas, unas grutas o cuevas que había en aquel sitio de su propiedad, ocultos entre la multitud de altas tamujas que allí se crían; y cuando lo ejecutaba, el criado oyó venir al suelo una cosa con sonido metálico, que vio era un cuchillo de piedra que llevó luego a su amo con la noticia de lo que había ocurrido. Participóselo éste a su amigo don Jerónimo de Sande, quien sin parar, con operarios y herramientas, fue allá y encontró que era aquello un dolmen o vivienda de la gente de la Edad de Piedra."A don Jerónimo de Sande, clérigo garrovillano de obligada cita, se debe no sólo el descubrimiento de estos dólmenes, sino la investigación más valiosa de lo que todavía hoy son las incógnitas de la historia de Alconetar y de Garrovillas. A finales de la Edad de Piedra es cuando en los pizarrosos y abruptos riberos del Tajo -imaginémoslos poblados de acebuches y retamas- empiezan a aparecer los primeros poblados prehistóricos en lo que después sería la zona de influencia de Garrovillas de Alconétar. Allí es donde el buen clérigo garrovillano pudo identificar el poblado de Garrote, de enorme importancia para el estudio de la Prehistoria y hoy bajo las aguas del pantano. Se hallaba situado en un promontorio, junto al río Guadancil, al lado de la carretera N-630, a la altura del kilómetro 179. Con enorme paciencia, Jerónimo de Sande fue recogiendo y clasificando una amplia gama de objetos que por su importancia llegaron a figurar en la Exposición Universal de París de 1878. Fruto de estas excavaciones, continuadas luego por expertos arqueólogos, se encontraron cuchillas, puntas de flechas y de lanzas, talladas en pedernal, vasijas de barro, cuentas de collar y unas interesantísimas placas de pizarra grabadas. Todos estos objetos, ilustrativos de la transición de la Edad de Piedra a la de Bronce, se encuentran hoy en depósito en el Museo Arqueológico Nacional. En definitiva, a finales del siglo pasado se descubrieron tres dólmenes, situados respectivamente en la vega del arroyo Guadancil, en las proximidades del cerro de la Horca y en las cercanías del cerro Garrote. Todos ellos fueron estudiados y figuran destacados en los inventarias de la arqueología española. En la actualidad varios arqueólogos han continuado investigando la zona y han calificado de dólmenes a dos monumentos existentes en la cara sur del citadomonte Garrote, aunque ya en proceso muy deteriorado. El viajero interesado por estos temas tiene materia sobrada para su deleite, ya que toda la zona es un rico vivero de vestigios muy primitivos. Y ya que hemos hablado del Museo Arqueológico Nacional, sepa que en él se encuentran, al margen de otros incontables objetos, dos de singular significación, aunque pertenecientes a épocas bien diferentes. El primero es la llamada "espada de Alconétar", perteneciente a la Edad del Metal, que es un ejemplar del mayor interés dentro de los de su especie. El segundo es una cruz con aúrea de mármol, hallada en 1969 entre las ruinas de la basílica de Alconétar, construida probablemente a finales del siglo V. La espada fue encontrada en 1931, en el cauce del Tajo, al hacer la excavaciónde una de las pilastras del nuevo puente del ferrocarril Madrid-Lisboa y enviada por la Compañía Nacional de los Ferrocarriles del Oeste de España al Museo Arqueológico Nacional.
Es curioso cómo la arqueología de Alconétar tiene dos connotaciones con la ciudad París: la primera es, como ya está indicado, la presencia de los objetos hallados en los dólmenes de Garrote en la Exposición Universal de París. La segunda, el hecho de que fuera precisamente Eiffel el autor del magnífico puente de Hierro, al que sustituyó el que, en su construcción, dió origen al hallazgo de la "espada de Alconétar". Hoy, ni el puente de Eiffel ni su sucesor perduran, ya que este último, junto al otro que facilitaba el acceso por carretera, yace bajo las aguas. De este modo Alconétar -"segundo puente" o "puentecillo" en árabe- es la historia de los puentes; puentes que nacen, se destruyen o se sumergen; puentes de los romanos, de los árabes, del comienzo del ferrocarril, del que inaugurara Alfonso XIII hasta la incesante sucesión de puentes del embalse sobre el Tajo, el Almonte y el arroyo de Villoluengo.