Desarraigo.-
- ¡Dame un beso, mi niño!, yo ya estaba subido encima del mulo "chato", ¡ten cuidado no te caigas!
- ¡Si no me caigo, que estoy montao escarracachao, metío entri la carga y bien agarrao a la albarda, mama!
- ¿Adónde vas “mateo”?
-Pal Rincón con mi agüelo a comel sandias y melonis.
- ¡Si tú no sabes por dónde se va!
-Lo sabi mi agüelo y el mulu, que han ío más vecis por la d’hesa de membrillaris p’abajo.
Entre besos y llantos de despedida, no comprendía porque lloraban, emprendimos la marcha.
-Iremos por el cordel y a mediodía, a la hora de comer, llegaremos a Casablanca. Dijeron
- ¡Qué miedo me dan a mí las vacas moruchas con esos cuernos tan largos, si alguna se salta la pared!
-Mira quién lo va a decir, la que antes de amanecer salía a vender, sola, por los pueblos el pan de estraperlo.
-Pues, una vez que se me quedó mirando un toro bravo negro, si pasé miedo.
Y así fue, al mediodía entrabamos por el portón de la venta de Casablanca, lo recuerdo porque hablaron de un reloj, al que solo se le daba cuerda una vez a la semana, algo impensable por entonces, que marcaba la una.
- ¡Vamos, baja hijo!
Cuál sería mi sorpresa, no me mantenía de pié.
- ¡Agüelo no puedo andá!
-Te dije que vinieras andando un rato, que se te iban a entumir las piernas al traerlas colgando ¡anda ven que te de un masaje!, y ponte a andar poco a poco para que corra la sangre ¡Buenos días! ¿de donde son los amigos?
Varias familias llenaban el recinto.
-De Martinebrón y estos de Arrofranco, venimos juntos desde que cruzaron el río Grande, ¿y ustedes, de Granadilla?
-Sí, ¿supongo que vamos al mismo sitio?
-Al Rincón, ¡ya ve usted, con toda la casa acuesta!, lo hemos tenido que abandonar todo y para ahí vamos a la aventura.
- ¡Como todo el mundo! ¡Es una pena, con los sudores que nos ha costado hacer casa! Y ahora, para esto. A destripar terrones y quitar piedras de las parcelas, que unas buenas pocas hay.
- ¿Qué pecado habremos cometido? Dios lo ha querido ¡Bendito sea!
-No metas a dios ni a diosa en esto, que si existiera no consentiría estos atropellos.
Retomamos el camino todos juntos. Aquello era una verdadera caravana, bestias cargadas, abuelos, padres, hijos. Yo, ya mas distraído, pues, como decía mi abuelo, ¡vaya "catarbá" de muchachos que tienen estos hurdanos!, jugando con los demás niños.
-Con lo que ha llovido, ¡lo malo va a ser pasar el río, creo que baja crecido!, y luego en El Rincón no habrá más que barro, no se podrá ni andar, son tierras muy magras y malas, las de vegas siguen en manos de los ricos ¡cómo siempre!
- ¡Agüelo, yo no tengo mieo a pasal el río encima del chato!
-Agárrate bien fuerte hijo, que lo mismo el mulo no hace pié y se echa a nado.
Aquello fue una odisea, menos mal que los animales estaban acostumbrado a cruzar los ríos cargados.
Creo que no era muy tarde cuando llegamos a los barracones donde les habían ubicado, mientras edificaban el poblado, una estancia de 7,5 por 5 metros, constaban de una sala cocina-comedor de 7,5 por 2,5 y dos habitaciones de 3,75 por 2,5, con cartón fuerte de falso techo y tejado de cartón piedra. Ese mismo año con las lluvias se abombó y se llenó todo de goteras. En medio de una dehesa de encinas llena de chozos desparramados, algunas casas de adobe y almacenes, edificaciones anexas a la finca.
- ¡Agüelo, agüela otra vez no puedo andá y he venío andando un rato!
-Te preparo algo que cenes y a acostarte que vienes cansado.
-Dejad tranquilo al muchacho y venid a cenar con nosotros que ya le dije a mi mujer que llenara el puchero que a la hora que llegaseis no era para ponerse a cocinar.
- ¡Anda, tanta molestia!
- ¡Molestia ninguna, que para eso estamos!, hoy por ti, mañana por mí, ¡como no nos ayudemos entre nosotros aquí, abandonados de la mano de Dios como estamos, nadie va a venir a ayudarnos!
Ley hospitalaria, no escrita, del desarraigo.
jmgd
- ¡Dame un beso, mi niño!, yo ya estaba subido encima del mulo "chato", ¡ten cuidado no te caigas!
- ¡Si no me caigo, que estoy montao escarracachao, metío entri la carga y bien agarrao a la albarda, mama!
- ¿Adónde vas “mateo”?
-Pal Rincón con mi agüelo a comel sandias y melonis.
- ¡Si tú no sabes por dónde se va!
-Lo sabi mi agüelo y el mulu, que han ío más vecis por la d’hesa de membrillaris p’abajo.
Entre besos y llantos de despedida, no comprendía porque lloraban, emprendimos la marcha.
-Iremos por el cordel y a mediodía, a la hora de comer, llegaremos a Casablanca. Dijeron
- ¡Qué miedo me dan a mí las vacas moruchas con esos cuernos tan largos, si alguna se salta la pared!
-Mira quién lo va a decir, la que antes de amanecer salía a vender, sola, por los pueblos el pan de estraperlo.
-Pues, una vez que se me quedó mirando un toro bravo negro, si pasé miedo.
Y así fue, al mediodía entrabamos por el portón de la venta de Casablanca, lo recuerdo porque hablaron de un reloj, al que solo se le daba cuerda una vez a la semana, algo impensable por entonces, que marcaba la una.
- ¡Vamos, baja hijo!
Cuál sería mi sorpresa, no me mantenía de pié.
- ¡Agüelo no puedo andá!
-Te dije que vinieras andando un rato, que se te iban a entumir las piernas al traerlas colgando ¡anda ven que te de un masaje!, y ponte a andar poco a poco para que corra la sangre ¡Buenos días! ¿de donde son los amigos?
Varias familias llenaban el recinto.
-De Martinebrón y estos de Arrofranco, venimos juntos desde que cruzaron el río Grande, ¿y ustedes, de Granadilla?
-Sí, ¿supongo que vamos al mismo sitio?
-Al Rincón, ¡ya ve usted, con toda la casa acuesta!, lo hemos tenido que abandonar todo y para ahí vamos a la aventura.
- ¡Como todo el mundo! ¡Es una pena, con los sudores que nos ha costado hacer casa! Y ahora, para esto. A destripar terrones y quitar piedras de las parcelas, que unas buenas pocas hay.
- ¿Qué pecado habremos cometido? Dios lo ha querido ¡Bendito sea!
-No metas a dios ni a diosa en esto, que si existiera no consentiría estos atropellos.
Retomamos el camino todos juntos. Aquello era una verdadera caravana, bestias cargadas, abuelos, padres, hijos. Yo, ya mas distraído, pues, como decía mi abuelo, ¡vaya "catarbá" de muchachos que tienen estos hurdanos!, jugando con los demás niños.
-Con lo que ha llovido, ¡lo malo va a ser pasar el río, creo que baja crecido!, y luego en El Rincón no habrá más que barro, no se podrá ni andar, son tierras muy magras y malas, las de vegas siguen en manos de los ricos ¡cómo siempre!
- ¡Agüelo, yo no tengo mieo a pasal el río encima del chato!
-Agárrate bien fuerte hijo, que lo mismo el mulo no hace pié y se echa a nado.
Aquello fue una odisea, menos mal que los animales estaban acostumbrado a cruzar los ríos cargados.
Creo que no era muy tarde cuando llegamos a los barracones donde les habían ubicado, mientras edificaban el poblado, una estancia de 7,5 por 5 metros, constaban de una sala cocina-comedor de 7,5 por 2,5 y dos habitaciones de 3,75 por 2,5, con cartón fuerte de falso techo y tejado de cartón piedra. Ese mismo año con las lluvias se abombó y se llenó todo de goteras. En medio de una dehesa de encinas llena de chozos desparramados, algunas casas de adobe y almacenes, edificaciones anexas a la finca.
- ¡Agüelo, agüela otra vez no puedo andá y he venío andando un rato!
-Te preparo algo que cenes y a acostarte que vienes cansado.
-Dejad tranquilo al muchacho y venid a cenar con nosotros que ya le dije a mi mujer que llenara el puchero que a la hora que llegaseis no era para ponerse a cocinar.
- ¡Anda, tanta molestia!
- ¡Molestia ninguna, que para eso estamos!, hoy por ti, mañana por mí, ¡como no nos ayudemos entre nosotros aquí, abandonados de la mano de Dios como estamos, nadie va a venir a ayudarnos!
Ley hospitalaria, no escrita, del desarraigo.
jmgd