HOLGUERA: Esta imagen de Jesús Nazareno la donaron mis antepasados...

Esta imagen de Jesús Nazareno la donaron mis antepasados a finales del siglo XIX junto a todos los enseres necesarios. Es una bellísima talla de madera (de las pocas que hay en la iglesia de Holguera pues la mayoría son de escayola) y un auténtico TALISMÁN de fe para nuestra familia. Hasta principios de los años 90 fuimos sus custodios, siempre con disponibilidad de servicio, nunca de protagonismo. Ese fue el ejemplo que mi madre y mis tíos recibieron de mi abuela Encarnación Sánchez Donaire, y es el mismo que nos transmitieron a nosotros, sus hijos.
Ni siquiera en los tristísimos años de la Guerra Civil dejó el pueblo de Holguera de venerar esta imagen y sacarla en procesión: la FE es patrimonio del alma y el alma no sabe de ideologías políticas. Mi familia JAMÁS mezcló religión y creencias con política, pues eso es propio de dictaduras de uno u otro signo, unos porque la prohíben y anulan hasta el pensamiento si pueden, y otros porque se sirven de la religión para cometer las más horrendas tropelías.
El rostro de la imagen transmite paz y serenidad y a la vez denota sufrimiento con un color cera en la tez, presagio de su muerte. No tenemos datos para saber qué imagineros lo tallaron.
Antes de la reforma de la iglesia todas las imágenes estaban en retablos de madera (excepto la Dolorosa que tenía un dosel). El de Jesús Nazareno era un precioso retablo barroco con dos magníficas columnas salomónicas y, en la parte inferior del retablo y formando parte de él, una urna de cristal donde estaba el Cristo Yacente que sale en procesión el Viernes Santo (en realidad es un Cristo Crucificado), también talla de madera. A la izquierda del retablo había una lámpara de aceite muy bonita, idéntica a algunas del Santo Sepulcro de Jerusalén, que entregó mi madre junto al resto de enseres a Victoria y, según parece, ella la "regaló" para la ermita de San Isidro porque en la iglesia ya no se usaba. Lo cual nos parece muy bien.
Las personas encargadas del cuidado de aquellas imágenes que llevan ropas siempre las guardaban en sus casas, por el bien de las mismas, nunca nadie las dejaba en la sacristía.
Al quitar el retablo de Jesús Nazareno, mi madre donó una peana de madera para que la imagen estuviese a salvo de humedades, pues la piedra de cantería no sería lo más adecuado para evitarlas.
Las personas que querían llevar las andas en las procesiones de Semana Santa, generalmente por una promesa o manda, se apuntaban en mi casa con cinco o seis años de antelación, lo mismo hombres que mujeres.
Por problemas de salud y viendo que no podía continuar con el cuidado y la custodia de Jesús Nazareno y el Cristo Yacente, habló mi madre con Victoria y Pedro, poniendo toda su confianza en ellos (¡si viviera mi madre y viera cuántas vueltas da la vida...!), para que tomaran su relevo si ese era su deseo, y lo aceptaron de buen grado. Mi madre les hizo entrega de todo el ajuar de las dos imágenes: ropas -túnicas, enaguas, camisas, manteles, sábanas, colchas-, andas, almohadillas... los faroles y el arcón pequeño de madera donde siempre los guardaba mi madre. Este ajuar había sido donado por mis abuelos, y mantenido y renovado siempre que fue necesario tanto por mis tíos Pilar, Dionisio e Ignacio, como por mi madre Carmen, pues a todos les unía la misma fe.
La imagen iba siempre vestida con total austeridad, aunque la ropa nueva de las procesiones era y es de la mejor calidad. Las sábanas de la urna son de hilo fino bordadas y con puntilla de bolillos; las enaguas de Jesús Nazareno son igualmente de hilo con deshilado y puntilla de bolillos; la tela de terciopelo de la túnica morada para la procesión de Jueves Santo se compró junto con los flecos y la pasamanería en una de las mejores tiendas de artículos religiosos de la calle Pontejos en Madrid, y fue confeccionada por las monjas de clausura del convento de la Encarnación de Madrid.
La imagen fue siempre sin ostentación ni sobrecargas, como conviene a un Nazareno. Las lilas eras las flores habituales con las que se adornaban las imágenes en Semana Santa pues florecen en primavera y además son de un color muy apropiado.
Cuando se constituyó la Cofradía en 1998, estando Don Bartolomé de sacerdote en Holguera (párroco de Galisteo) le pidió por carta a mi madre, en representación de la familia, como donante y custodia de la imagen y los enseres, que pusiera por escrito aquellos deseos y condiciones que considerara oportunos, para que se "pudieran tener en cuenta" a la hora de formalizar los estatutos de dicha Cofradía, de modo que mi madre expuso por escrito sus deseos, que son los siguientes:

1º. Que las ropas y los enseres donados por mi familia y por mí, sigan siendo guardados, cuidados y custodiados por Victoria y Pedro, siempre que ese sea su deseo, sin que esto presuponga, por mi parte, menosprecio hacia la Cofradía y todos los miembros que la formen.

2º. Si por las circunstancias que fuere Victoria y Pedro no siguiesen con ese cometido, que pase a otra familia del pueblo que desee ser la depositaria de los mismos, pero NUNCA a las arcas de la sacristía.

3º. Que el gobierno de la Cofradía esté total y absolutamente al margen de las autoridades políticas y eclesiásticas.

4º. Que las cuotas sean administradas por un consejo económico nombrado al efecto por la Cofradía y destinadas, en primer lugar, a las necesidades que la imagen pueda tener en todo lo que a las celebraciones de la Semana Santa se refiere; en segundo lugar, para ayudar a la Parroquia en momentos puntuales y, sobre todo, destinar todo lo que se pueda a obras benéficas: Cáritas, el Hogar de la Misericordia de Alcuéscar, el Cotolengo de las Hurdes, etc.

Firmado por mi madre el 10 de enero de 1998.

Mi madre fue nombrada Cofrade de Honor, junto a mi tío Ignacio, el 30 de agosto de 1998, durante la Eucaristía dominical en la iglesia de Holguera, a propuesta de Victoria y con la aprobación de todos los cofrades.
Tuvo la gran satisfacción de ir en el año 2000 a la procesión con su túnica de cofrade, estando ya muy enferma, sobre su silla de ruedas y acompañada de sus tres hijos. Con la túnica quiso ser amortajada y, así, demostró una vez más y hasta su muerte su Fe y amor por Jesús Nazareno.
Su mayor deseo al constituirse la Cofradía era que fuese un baluarte para transmitir la Fe a las nuevas generaciones y para fomentar los valores cristianos.

Este resumen es una pequeña aportación para que se conozca un poquito más la historia y la religiosidad de las gentes de nuestro pueblo.