Recuerdo que siendo monaguillo con el conocido sacerdote q. e. d., D. Mariano, y en época de cuaresma, ahora que se aproxima quiero resaltar la diferencia de entonces ahora. Los domingos se celebraban dos misas la primera sobre las seis de la mañana y la segunda que se la denominaba misa mayor, esta se celebraba sobre las diez o las once.
La primera, se hacia con el objeto de que los hombres que quisieran pudieran seguir sus tareas en el campo una vez cumplido este requisito que entonces era de obligado cumplimiento, otro que también había que cumplir era el de la confesión en cuaresma y para contralar a los posibles desentendidos, había en la sacristía de la iglesia un libro de contabilidad, para que todo aquel que pasaba por el confesonario, se le anotaba en el mismo, y así saber quien se confesaba y quien no, por que esto también era de obligado cumplimiento. La verdad es que todo esto, parece de una época muy antigua casi de la edad media, tanto es así que el que lo ha vivido, en este caso el que suscribe le cuesta trabajo creer que esto lo haya conocido.
Ya en semana Santa, era todo un autentico acontecimiento religioso los Santos y Vírgenes, eran tapados con mantos negros, las campanas permanecían en silencio esos días, los monaguillos teníamos que avisar a misa o procesión con ranes y matracas. El día de viernes santos, se colocaba una especie de ataúd en el centro de la iglesia tapado con un manto negro con cuatro enormes cirios uno en cada extremo, y una calavera justo a la altura donde supuestamente va la cabeza, todo este montaje a medida que se iba quedando la iglesia con una luz muy tenue donde predominaba la iluminación escasa de los cirios. Los monaguillos que éramos los primeros en entrar y los últimos en salir especialmente a esas horas de poca luz no producía un miedo atroz que entrábamos y salíamos como balas de aquel escenario.
Las procesiones se hacían entonces sin tambores y trompetas o sea sin ningún tipo de música, en absoluto silencio, esto ultimo aun permanece o amenos eso es lo que percibo en las pocas veces que he asistido.
Los domingos por las tardes y durante toda la cuaresma, no había baile, y como el tiempo en esas fechas es bastante agradable, la opción que la quedaba a la juventud de entonces era dar un agradable paseo por la carretera, este se desarrollaba por un tramo comprendido aproximadamente entre el bar “La Pista” y la primera o segunda alcantarilla, no solo paseaba la juventud, también los adolescentes y niños, por que entonces la carretera no tenia tanta circulación como ahora, la verdad es que era bonito ver tanta gente de todas las edades unas en pandillas otros en parejas como novios y otros aspirantes a serlo y el que no a desojar margaritas. Y así iba transcurriendo la tarde, hasta que por el cerro “Tomillar”, aparecían las primeras cabezas de ganado que regresaban de haber estado pastando durante el día en la bonita dehesa “Boyal”, de nuestro pueblo, ese era el momento de dar por finalizado el agradable paseo, por la tarde de un domingo de cuaresma.
La primera, se hacia con el objeto de que los hombres que quisieran pudieran seguir sus tareas en el campo una vez cumplido este requisito que entonces era de obligado cumplimiento, otro que también había que cumplir era el de la confesión en cuaresma y para contralar a los posibles desentendidos, había en la sacristía de la iglesia un libro de contabilidad, para que todo aquel que pasaba por el confesonario, se le anotaba en el mismo, y así saber quien se confesaba y quien no, por que esto también era de obligado cumplimiento. La verdad es que todo esto, parece de una época muy antigua casi de la edad media, tanto es así que el que lo ha vivido, en este caso el que suscribe le cuesta trabajo creer que esto lo haya conocido.
Ya en semana Santa, era todo un autentico acontecimiento religioso los Santos y Vírgenes, eran tapados con mantos negros, las campanas permanecían en silencio esos días, los monaguillos teníamos que avisar a misa o procesión con ranes y matracas. El día de viernes santos, se colocaba una especie de ataúd en el centro de la iglesia tapado con un manto negro con cuatro enormes cirios uno en cada extremo, y una calavera justo a la altura donde supuestamente va la cabeza, todo este montaje a medida que se iba quedando la iglesia con una luz muy tenue donde predominaba la iluminación escasa de los cirios. Los monaguillos que éramos los primeros en entrar y los últimos en salir especialmente a esas horas de poca luz no producía un miedo atroz que entrábamos y salíamos como balas de aquel escenario.
Las procesiones se hacían entonces sin tambores y trompetas o sea sin ningún tipo de música, en absoluto silencio, esto ultimo aun permanece o amenos eso es lo que percibo en las pocas veces que he asistido.
Los domingos por las tardes y durante toda la cuaresma, no había baile, y como el tiempo en esas fechas es bastante agradable, la opción que la quedaba a la juventud de entonces era dar un agradable paseo por la carretera, este se desarrollaba por un tramo comprendido aproximadamente entre el bar “La Pista” y la primera o segunda alcantarilla, no solo paseaba la juventud, también los adolescentes y niños, por que entonces la carretera no tenia tanta circulación como ahora, la verdad es que era bonito ver tanta gente de todas las edades unas en pandillas otros en parejas como novios y otros aspirantes a serlo y el que no a desojar margaritas. Y así iba transcurriendo la tarde, hasta que por el cerro “Tomillar”, aparecían las primeras cabezas de ganado que regresaban de haber estado pastando durante el día en la bonita dehesa “Boyal”, de nuestro pueblo, ese era el momento de dar por finalizado el agradable paseo, por la tarde de un domingo de cuaresma.