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JARAICEJO: Hola, mis estimados amigos del foro monjino. Hoy tengo...

Hola, mis estimados amigos del foro monjino. Hoy tengo un tiempo muerto y quiero dar algo de vida y dinamismo a este foro. He visto esta preciosa y panorámica foto aérea de nuestro querido Jaraicejo y qué mejor comentario que dedicarle un poema mío, el más largo que he escrito (¡Jaraicejo se lo merece!) que es una poética visión panorámica de nuestro Jaraicejo. Pertenece a mi tercer libro, "Ramos de rimas". Es un poco largo y hay que leerlo con paciencia, madre de la artes y las ciencias. Espero que rebata a la opinión de aquellos que, con poca inteligencia y mucha mala fe, me critican que yo no escribía sobre mi pueblo. No sé si entrará entero; el foro creo que no lo permite... Así que tendré que introducirlo en dos etapas.
Fernando, ya he leído tus mensajes y he visto tus fotos de los carnavales. ¡Qué bien lo pasáis!. Elías, no me has dicho si tus padres viven en Cáceres o en Madrid...
Saludos cordiales y amistosos para todos de vuestro paisano

Wenceslao Mohedas Ramos
"UVE"
Jaraicejo / Barcelona

PASEO SENTIMENTAL POR JARAICEJO
(1ª Parte)

A mi querida tía, Carmen Ramos Rubio

He tornado de nuevo este verano,
tal al nido leñoso la cigüeña,
a pasar mis estivas vacaciones
en contacto materno con mi tierra,
al reencuentro efusivo con mi gente,
con mi casa y las cosas que me quedan
en mi pueblo nativo, Jaraicejo,
donde tuvo su cuna mi existencia,
donde siguen muy firmes mis raíces
aferradas con fuerza a su parcela
por los lazos feraces de la sangre,
que se agarran tal verde enredadera.

He venido otra vez este verano,
como fiel golondrina blanquinegra,
a cumplir con un ético mandato
con fervor religioso de promesa,
a embeberme de savias de la encina,
a sacarme la espina de la ausencia
y sedarme su herida con el tiempo
de esta grata visita veraniega.

Una brisa de viejas emociones
me recorre por dentro, por la médula
y despierta dormidas añoranzas
de otros días felices, de otras épocas,
cuando entro en mi pueblo despoblado,
con sus casas y calles tan desiertas,
donde nada se mueve..., sólo el viento
transportando papeles y hojas secas...

Una tarde, de manos del recuerdo,
decidí recorrerme sus callejas
y sus calles calladas, solitarias,
sus rincones, su plaza con su iglesia.
Estos sitios sirvieron de escenario
de mis pasos primeros, de mis tiernas
correrías e ingenuas travesuras
y conservan mis ecos y mis huellas.
De estas calles, rincones y lugares
yo conservo en el alma una leyenda
con fragancias felices de la infancia
que, en mi ausencia, me sirven de anestesia.

Comencé por mi casa el recorrido,
epicentro crucial de mis vivencias,
santuario de mi vida peregrina
y la estrella polar de mi existencia;
dilatada, robusta, hospitalaria...,
una casa de pies hasta cabeza,
con ternuras internas de una madre
y durezas externas en sus piedras,
con dos plantas de pétreas paredes
y su patio y su pozo y sus macetas...,
con el toldo esmeralda de sus parras
y las frescas fragancias de su huerta.
Todo cabe en el seno de esta casa:
los sillones de mimbre de la abuela,
las bordadas labores de mi madre,
de mi padre las férreas herramientas;
como piezas preciadas de un museo,
con esmero protejo de las huellas
polvorientas del tiempo que las viste
de herrumbrosas y pardas vestimentas.

Aquí al lado, se erige el edificio,
tan apuesto y tan sobrio de la escuela
donde fui tan amigo de los libros
e inicié mis amores con las letras
y jugué con peonzas, con bolindres,
con estampas, con chapas de botella,
con pelotas de trapo, con botones
y juguetes de corcho o de madera...
-Agradezco, maestros, vuestro esfuerzo,
vuestro ejemplo de entrega y de paciencia;
me sembrasteis semillas culturales
y me hicisteis mil trizas la pereza-.

Como un río sin aguas, con asfalto,
aquí enfrente, la antigua carretera
es la arteria más amplia y transitada
que recorre la sangre más diversa.
Más allá, es El Calvario, donde tuve
mi pasión... amorosa, la primera,
con corona de espinas amorosas
y primeros pinitos de poeta.

Más al sur, El Ejido, que es mi barrio
y también escenario de las eras
en los meses de mieses, de la trilla
y la brega febril de la cosecha.
La mareas primarias de la hormiga
el humano emulaba en sus tareas
en continuo trasiego hacia las trojes;
sobre bestias o carros, las fanegas.
Qué lecciones de agrarias disciplinas
aprendí desde niño entre durezas
y arañazos de cardos y de abrojos
en las arduas labores veraniegas.
-Siempre estuve a tu lado, padre mío,
a tu sombra querida, tan señera,
para echarte una mano solidaria
que sirviera de alivio a tus faenas-.
Yo regué, con mi sangre y mis sudores,
la reseca epidermis de mi tierra
a manera de rústico bautizo
que, por vida, me ataba a su querencia.
Al frescor de las horas vespertinas,
comenzaba el ardor de las contiendas
de los bélicos juegos infantiles
con fragor de batallas bullangueras...
Ya no se hacen hacinas con los haces,
ni se trillan las mieses en las eras,
ni se entablan batallas infantiles
sobre alfombras de paja volandera.
Ya El Ejido, de estériles hierbajos,
se recubre tal parda vestimenta
que le teje la araña del olvido
por cubrir sus desidias y miserias.

Allí abajo, hacia el sur, el camposanto
con cenceños cipreses centinelas
que vigilan en fila a nuestros muertos,
en su puesto de guardia, siempre alertas.
Aquí tengo enterrado mi pasado,
media vida..., me queda la otra media,
y a mis seres queridos, ¡padres míos!,
cuya imagen mantengo en reverencia.

Esa calle tan larga y empinada,
cuya cuesta nos cuesta recorrerla,
es la Calle Trujillo, que conduce
hacia el centro, la plaza, casi recta.
A su izquierda, se ve Camino Viejo,
con sentido contrario, tan gemela;
por aquélla, suben vida y alegría;
por ésta, va la muerte y la tristeza;
es la calle de último paseo,
que nos dan con el traje de madera,
nuestra casa es el punto de partida
y llegada hasta el nicho como meta...
(1ª parte: continúa)