Las historias de
Jola no serían diferentes de las quimeras de otros lugares a no ser por la riqueza de circunstancias que las envuelven. Transmitidas por
tradición oral hasta nuestros días, sigue encontrándose en ellas esa chispa autóctona, exclusiva, que nos provee de los suficientes indicios como para tratar de averiguar donde acaba la ficción y donde empieza la realidad. Las Leyendas de Jola llevan consigo una moraleja, reléalas y conozca que todo necio tiene su castigo
HISTORIA
El origen de Jola queda incierto, sin datos precisos ni documentos escritos. Nunca fue tierra codiciada, ni quizá, conocida. Lugar escondido al fondo de
montes, en zona fronteriza, tierra de nadie, fue siempre lugar ideal para el
refugio.
Aventuramos la hipótesis que sus primeros pobladores fueron moriscos portugueses que, hacia el año 1500, desobedecieron la expulsión y aquí se quedaron. Un grupo de
familias amedrentadas comenzó a desbravar tierras al fondo del
valle, desde la
huerta del Urso hasta el Madroñal, siempre junto a la rivera. En los altozanos, aparecieron
caseríos centrados en el pastoreo: la
Sierra, la Nave, el Tapadón, Malladil, los Corchos. ¿Eran judíos en la misma ilegalidad, o simples empleados de los señores castellanos?
Sea como sea, la llegada provisional se hizo estable y se creó una conciencia de grupo unido.
Dio nombre a toda la comarca el
barrio central: Jola. Se supone que aquí vivían los pioneros, con ciertos derechos adquiridos al paso de los años. Dejaron de ser moriscos para convertirse en jolanos. A su izquierda, a una distancia respetuosa, quedaron los pastores que, poco a poco, iban bajando al valle buscando el
agua. Formaron el barrio de los
Pajares, donde termina actualmente la
carretera asfaltada. A la derecha, un puesto de observación elevado, sin agua ni recursos, que con el tiempo quedó convertido en el Peñón.
A finales del siglo XV, Jola podía contar con 4 ó 5 familias y menos de 30 personas. A principios de nuestro siglo, gente venida de
la Codosera,
Valencia de Alcántara e incluso Castilla y más allá. Unas 250 personas trabajan duramente para sobrevivir en Jola, con base agraria y buen apoyo en la
ganadería, el contrabando y el pequeño
comercio.
Las palabras en desuso que en Jola siguen hablándose, indican con elocuencia el efecto embudo y el aislamiento de la tierra.
Los
olivos, alcornoques, muros y toponimia, nos llevan muchos siglos atrás. Nadie planta un
árbol en
huerto ajeno.
Las supersticiones y leyendas que aún hoy se conservan (y que no aparecen en
pueblos vecinos), son típicamente musulmanas.
Hoy, Jola sigue viva, con su encanto arcaico, sabor a pasado y misterio y un incierto futuro. ¿Morirá de inanición, cuando mueran sus 57 vecinos?
Jola vivirá siempre, porque
Portugal,
España y la humanidad necesitan los valores que ella supo conservar.
Manuel Velo Martínez.
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En este libro, como podemos ver, se hace referencia a Jola (Exoa) como lugar, pero no como
pueblo, lo que nos hace suponer que eran tierras bravías aún no pobladas.
Guadalupe Viola.
ALFONSO XI
LIBRO DE LA MONTERÍA (1350)
- Capitulo XXI. De los montes de tierra de Coria et de Galisteo, et de Alcántara, et de
Alburquerque.
- Pag. 257 -
" La ladera de Mayorga es buen
monte de puerco en
invierno et en
verano. Et es la vocería por cima de la sierra contra Exoa. Et es el armada contra el aldea de Alconrne en la ribera".
Jola
Que lo profundo es el aire, nos lo enseñó el poeta.
Pero el aire aquí es además reconocible y
nuevo, como recién estrenado para los ojos que
contemplan el silencio alto de los
pinos. No es
un
juego de luz, es una magia admirable, plural,
donde convergen la raíz y la rama, el espejado
enigma de los pájaros, la nitidez del
cielo. Y
ahora también la del agua. El agua es una
fiesta, un brote nuevo,
que empapa la tierra hasta el barro: el agua necesaria celebra el
nacimiento de la
estación primera en este lugar solo y único,
abandonado por las cosas de los hombres que apenas saben mirar
lo que aquí dejan. Es este un mundo sumido en el misterio, una
aventura que se teje en el hondo espesor de la hojarasca, en el olor
de la resina, en la festiva multiplicidad de los
colores: la
flor de la
retama, de la jara abierta, el aroma intenso del espliego, la hierba
menuda a cada paso.... La mirada se hunde en el
paisaje con la
conciencia clara de quien busca en él la transparencia, la visión
sumergida, remota de las cosas que fueron, el puro testimonio del
aire en lo profundo, la forma vegetal de los latidos como un
temblor, un estremecimiento que baja hasta los párpados.
Ángel
Campos Pámpano.