La parábola del amor.
“Conseguiré moldearte”, le decía el hacha a un pedazo de hierro mientras descargaba toda su fuerza sobre él. Pero cada golpe que le daba, era ella la que iba haciéndose muescas en el filo, que pronto quedó totalmente inservible.
«Ya me encargaré yo de este trabajo», aseguró el serrucho mientras hincaba sus dientes en el trozo de metal, con el mismo resultado que la anterior herramienta.
Burlándose de sus anteriores compañeros, que habían fracasado en el intento, el martillo
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