El ciervo herido en un rincón.
En un rincón del bosque y protegido por unas zarzas, yacía un ciervo, que había sido herido por un cazador. Allí fue a parar, renqueante y débil, por la tranquilidad del lugar y la abundante hierba para comer. Un conejo oyó los gemidos de dolor del ciervo y se acercó a ver que le ocurría. Al descubrirlo, así de desvalido, le dio tanta pena que cada día iba unos minutos a hacerle compañía y, como lo comentó con algunos de sus amigos, pronto el lugar fue de lo más concurrido.
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En un rincón del bosque y protegido por unas zarzas, yacía un ciervo, que había sido herido por un cazador. Allí fue a parar, renqueante y débil, por la tranquilidad del lugar y la abundante hierba para comer. Un conejo oyó los gemidos de dolor del ciervo y se acercó a ver que le ocurría. Al descubrirlo, así de desvalido, le dio tanta pena que cada día iba unos minutos a hacerle compañía y, como lo comentó con algunos de sus amigos, pronto el lugar fue de lo más concurrido.
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