RELATOS AL
ATARDECER-CCIII.
EL DESENCANTO. Había una vez un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el
mar. Vivía en un
pueblo de interior, a muchos kilómetros de la costa, y se lamentaba de no poder ver esa enorme masa de
agua que le llamaba tanto la atención.
Un día se hizo una promesa: No voy a morir sin ver el mar. Decidido a cumplir su deseo, buscó otro trabajo, además del suyo habitual, con el fin de ahorrar el dinero necesario para pagarse el viaje hasta llegar a una ciudad con mar.
Fueron
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