En ese lugar- llamémosle sitio- esperábamos, jugando a la pelota, a que se abriesen las
puertas del infierno dantesco. Estábamos los Pachín,
Corrales, Santi, Miguel Gilete, Luis- el que iba liso- y yo mismo, Paco Caballero. Isidro "el Roá" nos colocó una multa de 5 pesetas (fue histórica) Seguramente le dolió a él más que a nosotros. El Can Cerbero nos esperaba dentro y se difuminaban las ilusiones de libertad. Un día, Miguel y yo, atamos a Tomás (minina) a la
puerta. Creo que fue porque nos parecía
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