Buenos días amig@s, hay que empezar la jornada.
PASCUAL.- Y hasta mañana,
juntos, con doble cautela,
nos quedaremos en vela.
DON LUIS.-Y se salvará Doña Ana.
PASCUAL.- Sea.
DON LUIS.- Pues vamos.
PASCUAL.- Teneos.
¿Qué vais a hacer?
DON LUIS.- Entrar.
PASCUAL.- ¿Ya?
DON LUIS.- ¿Quién sabe lo que él hará?
PASCUAL.- Vuestros celosos deseos reprimid;
que ser no puede
mientras que no se recoja mi amo,
Don Gil de Pantoja,
y todo en silencio quede.
DON LUIS.- ¡Voto a…!
PASCUAL.- ¡Eh! Dad de un vez
breves treguas al amor.
DON LUIS.- ¿Y a qué hora ese buen señor
suele acostarse?
PASCUAL.- A las diez;
y en esa calleja estrecha
hay una reja; llamad
a las diez, y descuidad
mientras en mí.
DON LUIS.- Es cosa hecha.
PASCUAL.- Don Luis, hasta luego, pues.
DON LUIS.- Adiós, Pascual, hasta luego.
ESCENA III
Don Luis solo.
Jamás tal desasosiego
tuve. Paréceme que es
esta noche hora menguada
para mí…, y no sé qué vago
presentimiento, qué estrago
teme mi alma acongojada.
Por Dios, que nunca pensé
que a Doña Ana amara así,
ni por ninguna sentí
lo que por ella…! Oh! Y a fe
que Don Juan me amedrenta
no el valor, mas la ventura.
Parece que le asegura
Satanás en cuanto intenta.
No, no. Es un hombre infernal,
y téngome para mí
que si me aparto de aquí,
me burla, pese a Pascual.
Y aunque me tenga por necio,
quiero entrar; que con Don Juan
las precauciones no están
para vistas con desprecio.
Llama a la ventana.
ESCENA IV
Don Luis y Doña Ana.
DOÑA ANA.- ¿Quién va?
DON LUIS.- ¿No es Pascual?
DOÑA ANA.- ¡Don Luis…!
DON LUIS.- ¡Doña Ana!
DOÑA ANA.- ¿Por la ventana llamas ahora?
DON LUIS.- ¡Ay Doña Ana,
cuán a buen tiempo salís!
DOÑA ANA.- Pues, ¿qué hay, Mejía?
DON LUIS.- Un empeño
por tu beldad que un hombre que temo.
DOÑA ANA.- Y ¿qué hay que te asombre
en él, cuando eres tú el dueño
de mi corazón?
DON LUIS.- Doña Ana:
no lo puedes comprender
y ese hombre sin conocer
nombre y suerte.
DOÑA ANA.- Será vana
su buena suerte conmigo.
Ya ves, sólo horas nos faltan
para la boda, y te asaltan
vanos temores.
DON LUIS.- Testigo me es Dios,
que nada por mí
me da pavor mientras tenga
espada, y ese hombre venga
cara a cara contra ti.
Mas como el león, audaz,
y cauteloso y prudente;
Como la astuta serpiente…
DOÑA ANA.- ¡Bah! Duerme, Don Luis, en paz
que su audacia y su prudencia
nada lograrán de mí,
que tengo cifrada en ti
la gloria de mi existencia.
Don Luis.- Pues bien Ana; de ese amor
que me aseguras en nombre,
para no temer a ese hombre,
voy a pedirte un favor.
DOÑA ANA.- Di. Más bajo por si escucha
tal vez alguno.
DON LUIS.- Oye, pues.
Besos Membriller@s
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