¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne la implacable brasa del pecado. Mis mares interiores se quedaron sin playas.
Mi chopo centenario de la vega sus hojas meneaba y eran las hojas trémulas de ocaso como estrellas de plata.
Era un brotar de estrellas invisibles sobre la hierba casta, nacimiento del Verbo de la tierra por un sexo sin mancha.