Llueve, llueve, llueve, y tengo, en alma y carne, como un frescor de nieve. Poema de Juana de Ibarbourou
Y siento, en la vacuidad del cerebro sin sueños, la voluptuosidad del placer infinito, dulce y desconocido, de un minuto de olvido.
Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado, como un maravilloso y estupendo tocado de gotas cristalinas, de flores deshojadas que vuelcan a mi paso las plantas asombradas.
Después es el asombro de un labriego que pasa con su azada en el hombro. Y la lluvia me cubre de todas las fragancias que a los setos de Octubre.
Un pájaro se baña en una charca turbia. Mi presencia le extraña. Se detiene... Me mira... Nos sentimos amigos... ¡Los dos amamos mucho cielos, campos y trigos!
Y voy, senda adelante, con el alma ligera y la cara radiante. Sin sentir, sin soñar, llena de la voluptuosidad de no pensar
Bajo la lluvia ¡Cómo resbala el agua por mi espalda! ¡Cómo moja mi falda y pone en mis mejillas su frescura de nieve! Llueve, llueve, llueve.