Quemando naves
Pero los españoles descubrieron, en particular, algo que iba a facilitarles mucho el trabajo: las feroces querellas que oponían a buen número de pueblos indígenas contra la hegemonía azteca, porque los aztecas les abrumaban con insoportables impuestos y una exigencia periódica de esclavos y cautivos para sus sacrificios humanos. Era precisamente el caso de los totonacas que poblaban aquella región. En el puerto de Cempoala y en la ciudad de Quiahuiztla se entrevistó Cortés con los ... (ver texto completo)
Pero los españoles descubrieron, en particular, algo que iba a facilitarles mucho el trabajo: las feroces querellas que oponían a buen número de pueblos indígenas contra la hegemonía azteca, porque los aztecas les abrumaban con insoportables impuestos y una exigencia periódica de esclavos y cautivos para sus sacrificios humanos. Era precisamente el caso de los totonacas que poblaban aquella región. En el puerto de Cempoala y en la ciudad de Quiahuiztla se entrevistó Cortés con los ... (ver texto completo)
La sorpresa de Hernán Cortés fue que, llegados los españoles al territorio de Tlaxcala, su cacique Xicohtencatl les negó el paso. Y no sólo eso, sino que les declaró la guerra. El 2 de septiembre de 1519 los tlaxcaltecas de Xicohtencatl Axayacatzin atacaron a los españoles. Hernán Cortés ordenó retroceder hasta el desfiladero de Tecoantzinco y rechazó a los de Tlaxcala. Éstos decidieron atacar en terreno llano, pero volvieron a perder. La confederación tlaxcalteca se rompió: los partidarios de pactar con los españoles y sus aliados totonacas abandonaron el campo. Aún así Xicohtencatl quiso dar una tercera batalla que, inevitablemente, perdió una vez más: si las armas españolas ya eran de por sí temibles, la alianza de los totonacas las hacía imbatibles. Tlaxcala pidió la paz. Cortés, más político que guerrero, la aceptó: necesitaba a los tlaxcaltecas para conquistar Tenochtitlán, así que, lejos de tomar represalias sobre los vencidos, los integró en su hueste. El propio Xicohtencatl estará después en la conquista de la capital azteca.
XXXXXXXXXXXVeinte días permaneció la hueste de Hernán Cortés entre los tlaxcaltecas. Lo suficiente para trazar planes y estrechar lazos. Muchos jefes nativos se convirtieron al cristianismo y numerosos españoles obtuvieron esposas y concubinas entregadas por los indios como premio al vencedor. El conquistador seguía con la idea de marchar sobre Tenochtitlán, pero en ese momento recibió una nueva embajada de Moctezuma: entre regalos de oro y bellas mantas, el azteca invitaba al español a encontrar acomodo en la ciudad santa de Cholula.
Los tlaxcaltecas, desconfiados, enviaron a su vez un embajador a Cholula. Fue una tragedia brutal: los cholultecas apresaron al embajador –Patlahuatzin, se llamaba- y le desollaron el rostro y las manos hasta los codos. Los de Tlaxcala pidieron venganza. Cortés, sin embargo, optó por la prudencia: puesto que Moctezuma le pedía que fuera a Cholula, iría. Los tlaxcaltecas le advirtieron de que todo era una trampa. El conquistador, sin embargo, había tomado su decisión: en Cholula se escribiría el siguiente capítulo de esta historia.
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XXXXXXXXXXXVeinte días permaneció la hueste de Hernán Cortés entre los tlaxcaltecas. Lo suficiente para trazar planes y estrechar lazos. Muchos jefes nativos se convirtieron al cristianismo y numerosos españoles obtuvieron esposas y concubinas entregadas por los indios como premio al vencedor. El conquistador seguía con la idea de marchar sobre Tenochtitlán, pero en ese momento recibió una nueva embajada de Moctezuma: entre regalos de oro y bellas mantas, el azteca invitaba al español a encontrar acomodo en la ciudad santa de Cholula.
Los tlaxcaltecas, desconfiados, enviaron a su vez un embajador a Cholula. Fue una tragedia brutal: los cholultecas apresaron al embajador –Patlahuatzin, se llamaba- y le desollaron el rostro y las manos hasta los codos. Los de Tlaxcala pidieron venganza. Cortés, sin embargo, optó por la prudencia: puesto que Moctezuma le pedía que fuera a Cholula, iría. Los tlaxcaltecas le advirtieron de que todo era una trampa. El conquistador, sin embargo, había tomado su decisión: en Cholula se escribiría el siguiente capítulo de esta historia.
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