Era un día espléndido cuando la zorra, sintiendose más generosa de lo normal, le habló a su vecina la cigüeña para invitarla a cenar a su casa. Ella, agradecida por la oferta, le prometió presentarse puntual al caer la tarde, para que pudieran comer juntas. Dicho y hecho, apenas se puso el sol, llegó la cigüeña a la madriguera de la zorra que se encontraba alistando algunos preparativos muy precarios.
Sirvió un insípido caldo en dos platos de poca profundidad, tras lo...