RELATOS AL ATARDECER-CLXXVII.
LLENAR EL CÁNTARO PERO SIN PRISA. Una vez un hombre estaba tan sediento que llamó a uno de sus hijos y le ordenó que cogiera un cántaro y que fuese a llenarlo al río que pasaba por las afueras del pueblo. Lo único que le pidió es que se diera prisa, porque ya estaba al borde de la deshidratación.
El padre siguió con la mirada, desde lo alto de su casa, el trayecto del muchacho y vio cómo ponía el cántaro debajo de una cascada donde el agua bajaba con tal fuerza que...