Ya, cada vez más – no vamos a entrar en averiguaciones – se omite a la perdiz como plato de Navidad. Siempre los sembrados de trigo o cebada albergaban nidos de perdices, que les proporcionaban escondrijos y comida cercana. Eran muy fáciles distinguir las de campo y las de granja, con el mero hecho de escaldarlas para pelarlas. Una, su piel era fuerte… y la otra débil, que se destrozaba en tiras al arrancar sus plumas.
Con infantil extrañeza, veíamos cazar perdices con reclamo, camuflado con retamas...