EL SOPICALDINO…
Se dice coloquialmente cuando un caldo es muy sustancioso que tiene “la virtud de resucitar a un muerto”. En el año 1810 ocurrió un suceso en Cáceres en el que, por suerte, no llegó a fallecer nadie, pero sí se puede afirmar que un caldo salvó un par de vidas –las del corregidor Álvaro Gómez Becerra y la de Cayetano Golfín, marqués de Santa Marta y conde de Torre-Arias– y libró a la ciudad de la violencia de las tropas francesas.