(11). MIGUEL, ERUCTANDO, PEYENDOSE Y RONCANDO LA COGORZA.
Se daba la vuelta en la cama y se topaba con Miguel, eructando, peyéndose, y roncando la cogorza. Y se marchaba lejos, al lugar donde manaba la fuente, cantaba el verdecillo y vio su luz primera antes de parir al hijo que de cuajo le arrancaron. Entonces se repetía una y otra vez: ‘Qué no daría yo por escaparme a un cine de verano donde alguien me daba el primer beso de amor. Qué no daría yo por una tarde sentada...