Deja la clarla, Consuelo,
que una moza casadera
no debe estan en
la era
si no está el Sol en el
cielo.
Tú hogar tendràs apagado,
y al mozo que habla contigo
le está devorando el trigo
la yunata que ha abandonado,
mira que está oscureciendo,
que en las riveras lejanas
ya están cantando las ranas,
ya están las aves durniendo.
Que tocan a la oración,
y hay gentes murmuradoras
cuyos ojos a estas horas
cristales de aumento son.
Y es que los oscureceres
son unas horas menguadas
que han hecho ya desgraciadas
a muchas pobres mujeres.
Mira, muchacha, que ha sido
la tarde muy bochornosa
y va ha ser fresca y hermosa
la
noche que ha producido.
mira que son muy contadas
las fuerzas de la memoria;
mira que huelen a gloria
las mieses amontonadas.
Y está tu galàn delante,
y está tu hermanillo ausente,
y está el amor en creciente
y está la luna en menguante.
Y a luz tan debíl yo creo
que sola a salir no atinas
del laberinto de hacinas
dónde metida te veo.
Tal vez si el mozo me oyera
pensara que esto es perfiria,
creyera que tengo envidia,
que tengo celos dijera.
Pues con la venda de amor
no viera que soy un viejo
que solo con un consejo
puedo acercarme a tu honor.
Vete, muchacha y no quieras
llorar prematuros gozos,
que sé lo que son los mozos
y sé lo que son
las eras.
Y en tales oscureceres
plàticas tales de amores
dicen los mormuradores
que son de tales mujeres...
Y tiene razón, Consuelo,
que una moza casadera
no debe estar en la era
si no está el Sol en el cielo.