¡Olé, olé y olé! Después de diecisiete años Tomás volvió a tocar por los
bares y
calles de
Membrío. Surgió como surge lo bueno: sin estar preparado. Le valió el acordeón pequeño para hacernos pasar una tarde alegre y en armonía. Espero que no tarde otros diecisiete años en hacerlo. Era bonito ver salir a mucha gente, a pesar de la
siesta, a verlo tocar y oir a sus acompañantes cantar. Gracias a todos/as ellos por hacerlo.