La otra noche se nos hizo tarde y no pude asistir a la Procesión del Silencio. Me resigné y encendí la T. V.
En ese momento televisaban una procesión de Plasencia y un joven, de la edad de mis hijos, cantaba una saeta. Me impresionó muchísimo, porque en Galicia no estamos acostumbrados a ellas.
Al final, el chico acabó con los ojos llenos de lágrimas y yo igual...
¡Bendita tradición española! No por aquello de CONSERVAR LO ANTIGUO, sino por CONSERVAR LO BUENO, lo que es REALMENTE TRANSCENDENTE:...