En definitiva, este adorno ha pervivido a través de los siglos como un signo de identidad de lo español frente a las modas extranjeras, y Sevilla en particular ha contribuido en gran manera al mantenimiento de esta singular y emblemática tradición. Un hecho curioso es la dispensa papal por la que solamente las reinas de España pueden visitar al Santo Padre enteramente vestidas de blanco incluyendo la mantilla, tal y como pudimos ver a Doña Sofía en la ceremonia de entronización de Benedicto XVI. Aún así las españolas han ido a misa con velo o mantilla siempre negro hasta la década de los cincuenta aproximadamente. En el Romanticismo se impuso la mantilla blanca o negra y exclusivamente de encaje, también se extendió el uso de la peineta ya que las señoras se veían más favorecidas con ella. La reina Isabel II las lucía con frecuencia, al igual que la aristócrata española Doña Eugenia de Montijo, que llevó esta costumbre a Francia al casarse con el emperador Napoleón III en 1853. Paulatinamente el uso de este atavío fue decayendo ya que las damas de clase alta la sustituyeron por el sombrero, moda que acabó... Las mas económicas que he encontrado en las cartas de dote eran las de bayeta, su precio podía rondar los 10 reales, las de raso o seda estaban entre los 60 y 200 reales, pero sin duda las mas caras eran las de encaje de blonda francés, por ejemplo una mantilla de gasa negra a rayas guarnecida con blondas anchas de Francia costó 895 reales, una cifra verdaderamente elevada.