Y por la mañana, el cuervo desde su nío vido un ese,
y dice:
– ¡Ya, qué buen banquete me voy a dar esta mañana!
Pero el cuervo, como muy tuno, no se fiaba, porque la zorra
tenía un ojo abierto. El cuervo iba acercándose, echaba un paseíto
para un lado, otro paseíto para otro, hasta que se aseguró de que
estaba muerta. Y cuando ya se acerca y la da un picotazo en el ojo,
va la zorrita y le agarró, le cogió del pescuezo, y empezó a darle,
venga darle, venga darle (acción de zarandear, que imitan... –En el suelo me quiero yo ver.
Así que la montó en sus alas tamién y la trajo hasta ahí, a esta
cerca del Risco, cerca del nido del cuervo. Y sus zorrinos se pusieron
muy contentos al verla, le preguntaron que dónde había estado...
Hija mía, y cuando allega dice que estaba muy malita, que va muy
mala, que llamaran al médico.
Llaman al médico, que era un burro. Llaman al burro y dice
que de una hora a otra tendía las cuatro patas. Así que ella dijo
que, antes de morir, que la llevaran a la... Pues venga volar, venga volar, allegaron a la torre y se sapearon. Y
dice el cuervo:
–Pues semos los primeros.
Pues la zorra, como muy guta, se enreó en coger grillos, se fue a
grillos, y mientras, el cuervo dio una volá y se vino sin ella. Hija
mía, la zorra, de que se ve allí sola, mete mano a llorar, venga
llorar, que a ver cómo se iba a sapear ella. Cuando, acude un cigüeño
y la pregunta que qué la pasa, y le contó lo que le había pasao con
el cuervo, dice:
–Pues venga, a ver dónde quieres... Pues hija, el cuervo no sabía dónde la iba a soltar, dice:
–A ver dónde la voy a llevar.
Ya alcanzaron a ver una torre, vido una torre muy alta, muy alta
y muy lejos.
–Allá vamos. Y montó en sus alas, montó y se agarró muy bien agarrá del
cuello del cuervo, ¿verdad, Ana? Y empezaron a volar y a volar. Y
ya que iba mu alante, iba muy cansado, el cuervo se sacudía y empezó
a menearse, venga menearse, y dice la zorrita:
–Cuervecito, cáete cuando quieras que, cuando tú te caigas, me
caigo yo.